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miércoles, 1 de marzo de 2017

La amé sin atreverme a creerlo (por Leopoldo María Panero)


Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras
todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.

Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,

la amé sin atreverme a creerlo.

Y le ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la
vida,
como la paz que para nada sirve
animándola a que día tras día lo tocase
suavemente con su lengua repitiendo
así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado.


6 comentarios:

Cide Hamete Benengeli dijo...

Pensamiento mío,
¿adónde te vas?
No vayas a casa
de quien tú solías,
que no pués entrar.

ORáKULO dijo...

¿Qué corazón no es niebla?

cajón desastre dijo...

Un idioma siempre es extranjero.

(VICENTE NÚÑEZ)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Estando contigo,
qué importan fatigas.
Puñalás de muerte
no las sentiría.

RAMÓN y sus greguerías dijo...


Idem es un buen pseudónimo para un plagiario.

todo está en Borges dijo...

Quizá el ideal sería un mundo del todo anónimo. Que no hubiera nombres de países, por ejemplo, que sólo sirven de pretexto para las guerras. Que ningún individuo tuviera nombre. Que todo libro que se publicara fuese anónimo. Que no hubiera ni éxito ni fracaso. Y que no existiera ni la pobreza ni la fortuna.

(BORGES)