viernes, 3 de marzo de 2017
Y el policía alto encendió un cigarrillo (por Sharon Olds)
Al final del día más largo del verano ya no pudo soportar más,
subió por las escaleras de hierro hasta el techo del edificio,
y caminó por la blanda supercie de alquitrán, hasta llegar al borde,
puso una pierna sobre el complejo estaño verde de la cornisa
y les dijo que si se acercaban un paso más, se terminaba todo.
Entonces la enorme maquinaria del mundo empezó a funcionar para salvar su vida,
los policías llegaron con sus uniformes azules grisáceos como el cielo de una tarde
nublada,
y uno se puso un chaleco antibalas, un
caparazón negro alrededor de su propia vida,
la vida del padre de sus hijos, por si
el hombre estaba armado, y otro, colgado de una
soga como un signo de su deber,
apareció por un agujero en lo alto del edicio vecino
como la brillante aureola que, dicen, está en lo alto de nuestras cabezas
y empezó a acercarse con cuidado hacia el hombre que quería morir.
El policía más alto se acercó hacia él sin rodeos,
suave, lentamente, hablándole, hablando, hablando,
mientras la pierna del hombre colgaba al borde del otro mundo
y la multitud se juntaba en la calle, silenciosa, y la
inquietante red con su entramado implacable fue
desplegada cerca de la vereda y extendida y
estirada como una sábana que se prepara para recibir a un recién nacido.
Después todos se acercaron un poco más
donde él se acurrucaba al lado de su muerte, su remera
resplandecía un brillo lácteo como algo
que crece en un plato, de noche, en un laboratorio y de pronto
todo se detuvo
mientras su cuerpo se sacudía y él
bajaba del parapeto e iba hacia ellos
y ellos se acercaban a él, pensé que le iban a dar
una paliza, como una madre que ha perdido
a su hijo y le grita cuando lo encuentra, ellos
lo tomaron de los brazos y lo sostuvieron y
lo apoyaron contra la pared de la chimenea y el
policía alto encendió un cigarrillo
en su propia boca, y se lo dio a él, y
después todos encendieron sus cigarrillos, y
las colillas rojas, radiantes ardieron como
las pequeñas fogatas que encendíamos de noche
en el principio de los tiempos.
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4 comentarios:
El hombre podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirse rey de un espacio infinito.
(SHAKESPEARE)
Cura más la dieta que la lanceta.
Carita de rosa,
dime qué te pasa,
que estás tan llorosa.
La ignorancia tiene fácil arreglo. La estupidez no tanto.
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