las otras aves se dan cuenta, necesitan saber qué ha sucedido.
Las hojas de los árboles susurran, los ciervos se agitan, los conejos
sacuden las orejas. Los herbívoros se agazapan, los carroñeros
se lamen los dientes.
La vida sacrificada no les asusta.
¿Qué nos alarma? ¿De qué nos alimentamos?
Lo aceptamos todo,
una herida tras otra.
Escombros, escombros, murmuran las pistolas.
Nuestros rostros relucen en el centellear de cristal,
la noche asciende como una humareda.
Oh, esconde tus ojos
-es mejor sentarse en un cuarto aislado,
las puertas cerradas, los aparatos apagados,
sin nada más que esa postal de las cataratas del Niágara, que compraste el verano pasado-
esa cascada de agua que calma
como caramelos de toffee verde cayendo
a cámara lenta por un precipicio;
mejor no ver al frágil nadador,
o a los dos niños en su bote amarillo.
2 comentarios:
Entro en un túnel.
Atravieso el profundo
vientre del bosque.
(SUSANA BENET)
El dinero y los cojones son para las ocasiones.
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