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lunes, 6 de noviembre de 2017

Cómo negarme a montar (por Roberto Bolaño)


A veces sueño que Mario Santiago

viene a buscarme con su moto negra.

Y dejamos atrás la ciudad y a medida

que las luces van desapareciendo

Mario Santiago me dice que se trata

de una moto robada, la última moto

robada para viajar por las pobres tierras

del norte, en dirección a Texas,

persiguiendo un sueño innombrable,

inclasificable, el sueño de nuestra juventud,

es decir el sueño más valiente de todos

nuestros sueños. Y de tal manera

cómo negarme a montar la veloz moto negra

del norte y salir rajados por aquellos caminos

que antaño recorrieran los santos de México,

los poetas mendicantes de México,

las sanguijuelas taciturnas de Tepito

o la Colonia Guerrero, todos en la misma senda,

donde se confunden y mezclan los tiempos:

verbales y físicos, el ayer y la afasia.


Y a veces sueño que Mario Santiago

viene a buscarme, o es un poeta sin rostro,

una cabeza sin ojos, ni boca, ni nariz,

sólo piel y voluntad, y yo sin preguntar nada

me subo a la moto y partimos

por los caminos del norte, la cabeza y yo,

extraños tripulantes embarcados en una ruta

miserable, caminos borrados por el polvo y la lluvia,

tierra de moscas y lagartijas, matorrales resecos

y ventiscas de arena, el único teatro concebible

para nuestra poesía.


Y a veces sueño que el camino

que nuestra moto o nuestro anhelo recorre

no empieza en mi sueño sino en el sueño

de otros: los inocentes, los bienaventurados,

los mansos, los que para nuestra desgracia

ya no están aquí. Y así Mario Santiago y yo

salimos de Ciudad de México que es la prolongación

de tantos sueños, la materialización de tantas

pesadillas, y remontamos los estados

siempre hacia el norte, siempre por el camino

de los coyotes, y nuestra moto entonces

es del color de la noche. Nuestra moto

es un burro negro que viaja sin prisa

por las tierras de la Curiosidad. Un burro negro

que se desplaza por la humanidad y la geometría

de estos pobres paisajes desolados.

Y la risa de Mario o de la cabeza

saluda a los fantasmas de nuestra juventud,

el sueño innombrable e inútil

de la valentía.


Y a veces creo ver una moto negra

como un burro negro alejándose por los caminos

de tierra de Zacatecas y Coahuila, en los límites

del sueño, y sin alcanzar a comprender

su sentido, su significado último,

comprendo no obstante su música:

una alegre canción de despedida.


Y acaso son los gestos de valor los que

nos dicen adiós, sin resentimiento, ni amargura,

en paz con su gratuidad absoluta y con nosotros mismos.

Son los pequeños desafíos inútiles -o que

los años y la costumbre consintieron

que creyéramos inútiles- los que nos saludan,

los que nos hacen señales enigmáticas con las manos,

en medio de la noche, a un lado de la carretera,

como nuestros hijos queridos y abandonados,

criados solos en estos desiertos calcáreos,

como el resplandor que un día nos atravesó

y que habíamos olvidado.


Y a veces sueño que Mario llega

con su moto negra en medio de la pesadilla

y partimos rumbo al norte,

rumbo a los pueblos fantasmas donde moran

las lagartijas y las moscas.

Y mientras el sueño me transporta

de un continente a otro

a través de una ducha de estrellas frías e indoloras,

veo a la moto negra, como un burro de otro planeta,

partir en dos las tierras de Coahuila.

Un burro de otro planeta

que es el anhelo desbocado de nuestra ignorancia,

pero que también es nuestra esperanza

y nuestro valor


Un valor innombrable e inútil, bien cierto,

pero reencontrado en los márgenes

del sueño más remoto,

en las particiones del sueño final,

en la senda confusa y magnética

de los burros y de los poetas.



4 comentarios:

Tragikomedia dijo...

En dos palabras: im - presionante.

casa de citas dijo...

Cambia el nombre y la fábula hablará de ti.

(HORACIO)

Dimes Y Diretes dijo...

Señor, amable señor, dibuje usted la cara de mi novia,

pero quítele los ojos y procure obviar la boca. Me pertene-

cen, amable señor, y sé que si usted la dibujara sentiría como

si algo de ella se perdiera para siempre en la inmovilidad del

cuadro.



(CHIRINOS)

Lloviendo amares dijo...

¿tú eres
la gran poietisa
Susana Etcétera?
mucho gusto
me llamo Petrona Smith-Jones
soy profesora adjunta
de la Universidad de Poughkeepsie
que queda un poquipsi al sur de Vancouver
y estoy en la Argentina becada
por la Putifar Comissión
para hacer una antología
de escritoras en vías de desarrollo
desarrolladas y también menopáusicas
aunque es cosa sabida que sea como fuere
todas las que escribieron y escribirán en Argentina
ya pertenecen a la generación del 60
incluso las que están en guardería
e inclusísimamente las que están en geriátrico
pero lo que importa profundamente
de tu poesía y alrededores
es esa profesión –aaah ¿cómo se dice?–
profusión de iconos e índices
¿tú qué opinas del icono?
¿lo usan todas las mujeres
o es también cosa del machismo?
porque tú sabes que en realidad
lo que a mí me interesa
es no sólo que escriban
sino que sean feministas
y si es posible alcohólicas
y si es posible anoréxicas
y si es posible violadas
y si es posible lesbianas
y si es posible muy muy desdichadas
es una antología democrática
pero por favor no me traigas
ni sanas ni independientes.

(SUSANA THÉNON)