Los barcos pasan tan próximos a la tierra firme
que un hombre puede tender la mano
y quebrar una rama de uno de los sauces
que crecen aquí. Los caballos corren salvajes
junto al agua, a lo largo de la playa.
Si los hombres de a bordo quisieran, podrían
hacer un lazo, arrojarlo
y traer a cubierta a uno de los caballos.
Algo que les sirva de compañía
en el largo viaje al Este.
Desde mi balcón puedo leer los rostros
de los hombres mientras miran fijamente a los caballos,
a los árboles y a las casas de dos pisos.
Yo sé en qué están pensando
cuando ven a un hombre saludándolos con la mano desde el balcón,
su coche rojo abajo en la calle.
Lo miran y se consideran
afortunados. Qué misterioso golpe
de suerte, piensan, los ha traído
por todo este camino hasta la cubierta de un barco
con destino a Asia. Esos años de empleos temporales
o de trabajo en los depósitos o como estibadores
o simplemente vagando por los muelles,
han sido olvidados. Cosas así les han sucedido
a otros más jóvenes,
si realmente sucedieron.
Los hombres de a bordo
agitan las manos, devolviendo el saludo.
Están inmóviles, agarrados a la borda,
mientras que el barco pasa deslizándose. Los caballos
salen de entre los árboles hacia el sol.
Se paran como estatuas de caballos.
Observando el barco mientras pasa.
Las olas se rompen contra el barco.
Contra la costa. Y en la mente
de los caballos, donde
siempre es Asia.
3 comentarios:
Los caballos son barcos de tierra.
Los barcos son caballos marinos.
Queridos: Hace unos pocos años escribía, aquí, mismo servidor este texto que ahora reitero:
A ALDONZA (Murallas de Granada-Barcelona).
Como esperaba de mi señora doña Aldonza, mi soneto no le movió una ceja ni hizo que el rimmel conociera sus mejillas. Pero adivino, un pálpito me avisa, de que irritose a lo sordo una miajilla.
Aldonza: tomar tu casa por zoco bereber, por tendal de ropilla averiada, remedar a un rústico payés de mi amada tierra catalana..., harto motivo fuera de mohínes y aun de visajes en el límpido mantel que es tu cara.
Paseaba este juglar por entre los chopos del Paseo de los Tristes granadino; arriba la muralla iluminada por candelas de óculos de led, o quien sabe si por luciérnagas esclavas.
Pareciome que oía derramarse, Torre de la Vela abajo, una salmodia que quise suponer que era de mora del serrallo, de cristiana cautiva, quizás de una princesa nazarí (eso me daba la nariz), que recitaba los versos de Ibn Al Jatib, de Ibn Bassam o tal vez de Al Faradí. Pero la dulce sugestión duró lo que tarda en desaparecer un alfajor a la puerta de la madrasa. Pues alcancé a saber qué decía aquella voz tan atiplada... porque era de eunuco: ni de mora ni de cristiana ni de princesa nazarí entusiasmada.
Y en su decir decía: "Ay, Tierras agrestes, feraces y aguerridas, de la Marca Hispánica que puso Carlomagno... No mudará de ciclo la luna antes de que las huestes del Islam abatan la romana muralla de Barcino".
Y va para largo, mi señora doña Aldonza. Y luego la muralla medieval envolvió la que habían levantado los romanos y aun otra más ambiciosa metió dentro el barrio del Rabal.
Cataluña es cosa seria si se cala la frigia barretina.
Por lo demás, le reitero mi afecto y consideración, dueña.
Reparo ahora en que existen algunos errores de sintaxis y puntuación. Bachilleres tiene la casa que lo pueden enmendar.
Vale.
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