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miércoles, 7 de agosto de 2019

Al fin en hija tuya (por Rocío González)


Olvidé cómo eras, sólo tengo algunos

atributos de tu rostro y partes de tu voz.

Es bastante si pienso que mirarte era desafío

y que temía a tus manos. La muerte despista

a la memoria, lo que de ti recuerdo

ha ido llenándose de otras razones,

quiero que te parezcas a mí y lo consigo,

le doy a tu severidad rasgos humanos

y a tu poder de padre tu corazón de huérfano.

No he podido gritar desde tu muerte y

este largo silencio me ha convertido

al fin, en hija tuya.

Me pregunto qué falta para decirte: estoy,

adelgazo mis nervios para no importunar

tus manos quietas, ya no les tengo miedo

y ahora quisiera llevármelas al rostro:

ésta soy yo papá.


Tú, en cambio, no sabes que te pienso,

no se mueven los huesos en tu tumba,

sólo se desmoronan, se hace vieja tu muerte.


y yo voy siendo otra, y otra...


3 comentarios:

Sandra Gavrilich dijo...

También después de morir un padre sigue ahí presente. Para sus hij@s un padre, vivo o muerto, sigue siendo un padre.

cajón desastre dijo...

Enterré a mi padre en mi corazón.
Ahora crece en mí, mi hijo extraño,
mi pequeña raíz que no quiere beber leche,
pequeño pálido pie hundido en lo inaudito de la noche,
pequeño espiral de reloj recién mojado
en el fuego, pequeña uva, padre del futuro
vino, un hijo fruto de su propio hijo,
pequeño padre, yo te rescato con mi vida.


(Li-Young Lee)

cajón desastre dijo...

Ha pasado la guerra y la gente ha visto derrumbarse muchas casas, y si una vez se sentía tranquila y segura, ahora ya no siente esa seguridad en su casa. Hay algo de lo que no nos curamos, y pasarán los años y no nos curaremos nunca. Quizá tengamos de nuevo una lámpara sobre la mesa y un jarrón con flores y los retratos de las personas queridas, pero ya no creemos en ninguna de estas cosas, pues una vez tuvimos que abandonarlas de improviso o las buscamos inútilmente entre los escombros.

(GINZBURG)