Todo sucede por primera vez.
He visto una cosa blanca en el cielo. Me dicen que es la luna, pero
qué puedo hacer con una palabra y con una mitología.
Los árboles me dan un poco de miedo. Son tan hermosos.
Los tranquilos animales se acercan para que yo les diga su nombre.
Los libros de la biblioteca no tienen letras. Cuando los abro surgen.
Al hojear el atlas proyecto la forma de Sumatra.
El que prende un fósforo en lo oscuro está inventando el fuego.
En el espejo hay otro que acecha.
El que mira el mar ve a Inglaterra.
El que profiere un verso de Liliencron ha entrado en la batalla.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado la espada y la balanza.
Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan.
Loada sea la pesadilla, que nos revela que podemos crear el infierno.
El que desciende a un río desciende al Ganges.
El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio.
El que juega con un puñal presagia la muerte de César.
El que duerme es todos los hombres.
En el desierto vi la joven Esfinge, que acaban de labrar.
Nada hay tan antiguo bajo el sol.
Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno.
El que lee mis palabras está inventándolas.
4 comentarios:
"Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan". En realidad no hay otra clase de amor. Lo demás es otra cosa.
hubo una costurera que me contaba cuentos, hubo una caja de gusanos de seda, hubo una colección de chapas de botellas, hubo una tía-abuela que me hacía cometas, hubo otra tía que me hacía natillas, hubo un álbum de el porqué de las cosas, hubo un cinexín y una bicicleta verde y un juego de química, hubo un amigo con corral de gallinas, hubo una perra que se alegraba al verme, hubo trocitos, sí, hubo pequeños asomos de felicidad
Si la alegría pudiera medirse -como se mide el ruido, o la distancia, o la humedad del aire, o la temperatura-, los niveles más altos de alegría no se encontrarían en los humanos, sino en los animales.
(DANIEL HORMEÑO)
Les pedí a profesores que enseñan el significado de la vida que me dijeran qué es la felicidad.
Y consulté a célebres empresarios que dirigen el trabajo de cientos de hombres.
Todos sacudieron sus cabezas y me sonrieron como si estuviera tratando de bromear con ellos.
Y luego una tarde de domingo vagué a lo largo del río Des Plaines
Y vi un grupo de húngaros bajo los árboles con sus mujeres y niños y un barril de cerveza y un acordeón.
(CARL SANDBURG)
Publicar un comentario