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domingo, 10 de mayo de 2020

Y por eso baila (por Martín Bezanilla)


Mi padre, por ejemplo.

Cuarenta años suspirando en una fábrica.
Y por eso baila.
Por el Movimiento Obrero, baila.
A las cinco de la mañana, abandonando a su familia, baila.

Con la máquina de su vida.

En sus huertos libres, por el pan de unos hijos
que hoy le dicen ‘abuelo’, baila.

Baila porque se dio cuenta tarde:
el mundo es un lugar que se repite
como una mala canción de radiofórmula.

Y por eso baila.

Con el ritmo de otra vida, pero baila.

También mi madre, con decisión, a su lado baila.

Al abrir su negocio, mientras calienta la sopa,
riega con fe sus flores, los suegros o su nieto,
baila.

Para que no se enfríe el amor de aquel verano;
por el sueño de una familia, contra el tiempo,
contra el eco del nido vacío, baila.

Porque la música es toda la responsabilidad del mundo
ella baila.

Hasta volar exhausta, cada día, (nos) baila.

Y bailan mis hermanos para cambiar el ritmo del poema.

Alzando sus brazos al cielo, ¡bailan!

Para que el mundo tenga otro estribillo.

Detrás, mi abuela, ya no quiere bailar pero nos marca el paso.

Con su bastón, camino del cementerio, marca el paso.

Cuando visita a su marido y tararea algún ayer,
cuando nos habla del hambre, del hambre que es morirse,
nos muestra el paso.

Contra la vida. Por la muerte.

Bailando sin querer.

Con su bastón
mi sangre
marca el paso.


2 comentarios:

Sandra Gavrilich dijo...


Nada importante se hace sin alegría.

Manuel Caldicot dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.