sábado, 10 de diciembre de 2011
Cuando ella venga a verme (por Saiz de Marco)
Cuando ella venga a verme quisiera estar despierto. Poder oír sus pasos, sentir cómo se acerca.
Cuando llegue a mi lado, me gustaría decirle:
“Pero yo te conozco: ya estuve antes en ti. Fue antes de haber nacido. Yo sé lo que es ser nada. Yo sé lo que es no ser.”
Y también le diría:
“No sé si te anticipas. No sé si te retrasas.
De un lado, estoy cansado. Se me hace largo esto: las heridas, las pérdidas, el desgaste, el temblor…
De otro lado querría disponer de más vida. Andar otros caminos, subir otras montañas… Tal vez sean demasiadas las cosas que deseo. Todas juntas no caben en unas cuantas décadas (aunque es verdad que de eso tú no tienes la culpa).
Y además está el hecho de tener que irme así. Se me hace raro pensar que aquí seguirán otros: recorriendo los días que no conoceré.
Ordenas que te siga y te da igual que lo haga dejando cabos sueltos. (Aunque, si ahora me permitieras anudar estos hilos, me dejaría otras cuerdas abiertas, desatadas…)
Está bien, muerte, vamos. Condúceme a la Nada. Anhelo, en cierto modo, reencontrarme con ella.
Cuando la vea de frente me gustará acercarme, sentarme en su regazo, descansar de ser alguien.
Tal vez entonces ella me abrace como a un hijo. (¿No fue acaso la Nada quien nos engendró un día?)
Yo confío en que la Nada, en su corazón hueco, inmaterial, vacío… sí, yo espero que la Nada, en su fondo, me ame.”
Cuando llegue a mi lado, me gustaría decirle:
“Pero yo te conozco: ya estuve antes en ti. Fue antes de haber nacido. Yo sé lo que es ser nada. Yo sé lo que es no ser.”
Y también le diría:
“No sé si te anticipas. No sé si te retrasas.
De un lado, estoy cansado. Se me hace largo esto: las heridas, las pérdidas, el desgaste, el temblor…
De otro lado querría disponer de más vida. Andar otros caminos, subir otras montañas… Tal vez sean demasiadas las cosas que deseo. Todas juntas no caben en unas cuantas décadas (aunque es verdad que de eso tú no tienes la culpa).
Y además está el hecho de tener que irme así. Se me hace raro pensar que aquí seguirán otros: recorriendo los días que no conoceré.
Ordenas que te siga y te da igual que lo haga dejando cabos sueltos. (Aunque, si ahora me permitieras anudar estos hilos, me dejaría otras cuerdas abiertas, desatadas…)
Está bien, muerte, vamos. Condúceme a la Nada. Anhelo, en cierto modo, reencontrarme con ella.
Cuando la vea de frente me gustará acercarme, sentarme en su regazo, descansar de ser alguien.
Tal vez entonces ella me abrace como a un hijo. (¿No fue acaso la Nada quien nos engendró un día?)
Yo confío en que la Nada, en su corazón hueco, inmaterial, vacío… sí, yo espero que la Nada, en su fondo, me ame.”
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9 comentarios:
Seguro que la madre Nada ama a sus pequeÑuelos y por eso nos llama a su regazo
Yo estuve en el hotel Nada hasta 1957 y, la verdad, no tengo queja.
En verdad el Hotel Nada era muy confortable. Allí nunca pasabas hambre ni frío, no cogías ni una simple diarrea. Vamos, que se estaba en la gloria. Es un consuelo saber que después de esta breve tournée volveremos al Hotel Nada.
Pues yo, sin apartarme del tono chispeante de anteriores comentarios, quiero decir que, en mi opinión, el Hotel Nada no era para tanto. Desde luego no era ningún cinco estrellas. Faltaban muchos servicios y creo recordar que allí no había libros ni conexión a Internet.
Os recuerdo que en el Hotel Nada tampoco habia sexo (salvo quiza el muy puro y casto sexo de los angeles, ja,ja)
Tras palmarla no será un paraíso (sin tetas no hay paraíso) pero tampoco un infierno. Digamos que será un limbo.
Pues por mí, que me quiten lo bailao, con tal de que se lleven también lo sufrío.
Cielo, infierno, purgatorio, limbo... Y menos mal que no habéis hablado de demonios (Satanás, Belcebú, Lucifer), diablillos, ángeles, arcángeles y querubines.... No os parece una terminología deprimentemente fea?
Y no te olvides del diablillo Pedro Botero, siempre al cuidado de sus humeantes cazos de agua hirviendo para poner a remojo a los condenados. Sí, hombre, el de las famosas calderas de Pedro Botero.
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