zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

lunes, 26 de diciembre de 2011

Funeral blues (por W. H. Auden)

Detengan los relojes
desconecten el teléfono
denle un hueso al perro
para que no ladre
Callen los pianos y con ese
tamborileo sordo
saquen el féretro...
Acérquense los dolientes
que los aviones
sobrevuelen quejumbrosos
y escriban en el cielo
el mensaje...
él ha muerto.
Pongan moños negros
en los níveos cuellos de las palomas
que los policías usen guantes
de algodón negro
Él era mi norte mi sur
mi este y oeste
mi semana de trabajo y mi
domingo de descanso
mi mediodía, mi medianoche
mi conversación, mi canción
Creí que el amor perduraría
por siempre.
Estaba equivocado.
No precisamos estrellas ahora...
Apáguenlas todas
Envuelvan la luna
desarmen el sol
Desagüen el océano y
talen el bosque
porque de ahora en adelante
nada servirá.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mas Pessoa. Le alegraba estar de paso

NECRO dijo...

Cualquiera que haya perdido al ser amado se ha de identificar con este poema.
Nos sobra sensibilidad para sentir así; nos van a faltar las bellas palabras para decirlo.
Por eso la grandeza del poeta es aunar el sentimiento y la belleza.
No sé si este poema va dedicado a Chester Kallman, el compañero entrañable de Auden. Ni siquiera sé si le sobrevivió. Pero la autenticidad conmueve y eleva el espíritu.
Todos querríamos una elegía, un epitafio, un querer así el día de nuestro entierro.
Yo creo que me lo merezco: habrá que preguntarle a ella (s). Confío. Pero quiero que me lo anticipe (n) ahora...

Anónimo dijo...

Igual que el agua solo se valora cuando falta, la persona amada solo se aprecia del todo cuando ya no està.

Anónimo dijo...

Medimos lo que mide el hueco que dejamos

Anónimo dijo...

Este poema sale en una peli. Me parece que la de 4 bodas y un funeral.

hAiKu dijo...


El ruiseñor
no conoce su nombre:
tan sólo canta.

(JOSÉ CEREIJO)

cajón desastre dijo...


El más difícil viaje se hace quieto. Sentado en uno mismo.

(JESÚS MONTIEL)