podía aturdir a un niño;
pero yo me colgaba como muerto:
no era fácil bailar un vals así.
Jugueteábamos hasta que las ollas
resbalaban de las repisas de la cocina:
mi madre no lograba
desarrugar el ceño.
La mano que me tomaba de la muñeca
tenía un nudillo lastimado;
en cada paso que equivocabas,
una hebilla me arañaba la oreja derecha.
Marcabas el tiempo sobre mi cabeza
con una palma encostrada de mugre.
Luego, bailando el mismo vals me llevabas a la cama,
todavía pegado a tu camisa.
11 comentarios:
Mi padre, una vez que de niño estornudé y se me llenó la cara de mocos, tras resultar que ni él ni yo llevábamos pañuelo, se quitó un calcetín y me limpió los mocos con él. Luego se puso otra vez el calcetín. (Es mi pequeño tesoro de la memoria, un recuerdo que me acompañará siempre.)
Cuando vi "La vida es bella" (ese padre que hizo creer a su hijo que el campo de concentración nazi era un juego), me acordé de esto. (Ya sé que no es lo mismo, pero a mí me lo recordó)
Qué vais a ser pedante, Karrastkho: sois muy rico.
Ruego a vuesa merced -si ello os pluguiera y estuviese de vuestra mano hacello- que me dijeseis cuál era el nombre de un como sudario de lienzo en el que las mujeres de Salamanca se envolvían para bañarse en las aguas del Tormes, al caer la tarde y cuando los rigores de la primavera bien cumplida y del estío movíanlas a refrescarse en las aguas del susodicho río, allá por Santiago del Arrabal, bien cerca de los primeros arcos del puente romano y del Verraco, obra dicen de nigromantes y aún de criaturas infernales.
Pregúntolo a vuesa merced pues me consta que sois bachiller por aquella señera Universidad, pues habéis dejado un rastro en pos vuestro de deudas y de dislates de estudiante calamitoso, aunque esbozasteis un bien aderezado víctor en un muro de la Calle de las Empedradas que, como recordaréis, abundaba en figones, lupanares y garitos de jugadores de dados.
Lamento, don Alonso, no poder satisfacer su curiosidad (pues, por lo común, todos los pedantes somos ignorantes). Mas, en teniendo este Bachiller un pariente que mora en la ciudad del Tormes, enviaré noticia de su requerimiento a mi salmantino compadre, por ver si, solícito, pudiere atenderlo en buena hora. Quedo suyo.
Me gusta el blog y vengo por aquí, pero la mayoría de los que comentáis estáis más idos que una chota o que una regadera. (con perdón)
Y vos ¿qué sois? ¿Acaso un flemático gramático, o escéptico pragmático, o un médico homeopático de diagnóstico errático? ¿O seréis simplemente el típico antipático que quiere ser irónico siendo un tipo linfático? ¿Acaso otro que no repara en lo cromático porque es vuesa merced daltónico para las cosas de lo estético?
Regad vuestros chotos en el corral doméstico, que los gorrinos son tenidos por sucios, siendo como es la culpa del porquerizo que los guarda. Regad.
Lo que dice Ginesillo confirma el diagnóstico. También debo decir que algunos comentarios no tienen nada que ver con el poema en cuestión y eso parece poco respetuoso hacia el poema y hacia su autor. De todas formas tengo que reconocer que me río bastante con vosotros, o sea, gracias a vuestros comentarios.
A este amigo tan impuesto en psiquiatría, le he de preguntar qué habría él de objetar si por ventura concurrieran a este blog -con sus comentarios- poetas como Leopoldo María Panero o La Princesa Inca. ¿Les lanzaría a la cara, como un estigma, su condición de "idos" para desmerecer su creación poética? ¿Y si hubiese sido contemporaneo de los dadaístas de Tzara o de los surrealistas de Bretón? ¿Hubiese osado restregarles en la cara sus "dislates"? Pero probablemente persona de pensamiento tan pedestre no se haya tomado nunca la molestia de leer nada de estos que cito; quizá ignore que existieron...
La osadía ignorante sí que retrata.
Pues yo en efecto he de reconocer que estoy más pallá que pacá, pero ¡soy tan feliz!
Pa los mimbres que me dieron, bastante bien salió el cesto.
Para empezar una ronda
tres cosas hay que tener:
la guitarra, el guitarrero
y el amor de una mujer.
El pasado y el presente se marchitan.
Los he llenado y los he vaciado a los dos
y prosigo llenando el siguiente redil, el futuro.
Y ahora vosotros, los que me habéis escuchado,
levantaos. ¿Qué tenéis que decirme?
Miradme a la cara, mientras respiro por última vez bajo las sombras de la tarde.
(Hablad sinceramente, nadie os escucha y sólo dispongo de un minuto.)
¿Qué tenéis que decirme?
¿Que me contradigo?
Sí, me contradigo. Y ¿qué?
(Yo soy inmenso…
y contengo multitudes.)
Me dirijo a los que están cerca
y espero en el umbral de la puerta.
¿Quién ha terminado su trabajo?
¿Quién ha acabado de cenar?
¿Quién me acompaña?
¿Quién viene conmigo?
O ¿vais a hablar cuando ya me haya ido y sea demasiado tarde?
(WALT WHITMAN)
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