Brillan las cosas. Los tejados crecen
sobre las copas de los árboles.
A punto de romperse, tensas,
las elásticas calles.
Ahí estás tú: debajo de ese cruce
de metálicos cables,
en el que cuaja el sol como en un nimbo
complementario de tu imagen.
Rápidas golondrinas amenazan
fachadas impasibles. Los cristales
transmiten luminosos y secretos
mensajes.
Todo son breves gestos, invisibles
para los ojos habituales.
Y de pronto, no estás. Adiós, amor, adiós.
Ya te marchaste.
Nada queda de ti. La ciudad gira:
molino en que todo se deshace.
7 comentarios:
Y qué absurdo que ahí sigan los tejados, los árboles, las calles, el sol, las golondrinas, los cristales, la ciudad entera... si no está lo que más importa, lo único que en verdad importa: tú.
Magnífico poemas, emocionante y conmovedor siempre Ángel González.
Salud
Manuel
Las veletas egocéntricas están seguras de que hacen girar al viento.
(ARRABAL)
Todo camino tiene una mala legua.
Contradicciones.
Se encoge la memoria,
crece el pasado.
(SUSANA BENET)
Este amor, ya sin mí, te amará siempre.
(ÁNGEL GONZÁLEZ)
Ay, quién pudiera
ser agua de la fuente
donde bebieras.
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