miércoles, 5 de septiembre de 2012
A veces viene a tocarte un olor (por Tonino Guerra)
Cuatro hermanos de mi padre
y una hermana de noventa años, la Nazarena,
vivían en América y a veces mandaban postales
como si fueran marineros que metían
mensajes en las botellas y las tiraban al mar.
He encontrado unas palabras de la Nazarena
dirigidas a mi padre: “Eduardo,
hemos tocado fondo y ahora nos toca
hacer cuentas con la vida. Aquí en Brasil
me acuerdo a menudo de aquella vez
que fuimos a vender pescado
a la feria de Verucchio un viernes de 1913
y la riada se llevó el puente delante
de nuestros ojos y nos quedamos un día
entero sentados en la hierba,
mirando el agua, sin poder cruzar.
En las cajas se echó todo a perder
y todavía siento aquella peste de pescado que
ahora me parece que es el olor de mi vida.”
“La Tartamuda” era una muchacha
que caminaba en chanclas
y se vestía con cuatro trapos
que se le pegaban a las tetas
duras como piedras. Su tartamudez
era tan grande que te venían ganas
de ayudarla y ponías palabras
en medio de las suyas
hasta que quedaba claro lo que quería decir
y entonces de la alegría
se echaba a reír, temblaba con un gozo
que parecía nacerle de dentro de la carne.
De los montes un polvo de agua fina
como la seda
apaga las últimas brasas del verano
y yo me pongo mi chaqueta de pana.
A pesar de que llovían
en la ventana rayas de agua larga
y espesa, se veía en los montes
la luna clara.
Fueron aquellos días
en que nos dábamos la mano
y las promesas quedaban escritas en las piedras.
Hoy ya todo da igual:
te abraza alguien
y es sólo un montón de trapos.
A veces viene a tocarte un olor
que no entendías desde hace años
y ves cruzar el cuarto
a la niña con su cubo de agua.
El mar tiene los peces en sus manos.
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7 comentarios:
Sobreproteger es dañar.
La mejor crítica de la colonización española son las repúblicas suramericanas.
(GÓMEZ DÁVILA)
Decir es de charlatanes; hacer es de hombres formales.
Un cuento no es una novela comprimida. Por el contrario, una novela es un cuento estirado.
Zanjas abiertas.
El olor de la tierra
amontonada.
(SUSANA BENET)
Ni andar, ni nadar, ni montar en bicicleta puede aprenderse sólo con teoría. Ni eso ni nada.
Sin compasión entramos en la noche,
saliendo del banquete estrepitoso, dejando al salir
un temblor en la memoria de los hombres,
ligero, dulce, frágil como la música.
Rasgos de la cara, los tonos de la voz,
el tacto de la mano amada, todo, uno tras otro,
perecerán y desaparecerán en la tierra:
mientras, en el salón, la multitud ovaciona al nuevo intérprete.
Pero alguien, quizás, tarde un poco más en irse,
y, sonriendo, en su viejo corazón recuerde
a los que hace mucho tiempo fueron olvidados.
Y mañana, él también, se retirará al otro lado del telón.
Y así el tiempo, que será nuevo para otros, nos olvida y continúa.
(STEVENSON)
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