sábado, 22 de septiembre de 2012
El Paraíso está aquí (por Eduardo Mitre)
Abre los ojos. Despierta.
El Paraíso está aquí,
de vuelta.
Con todos y todo
en la luz pasajera.
Es (no hay otro) esta tierra:
mesa de encuentros,
cuna de ausencias.
El Paraíso está aquí,
a la espera. Abre tus ojos
que abren sus puertas.
Despierta. Está aquí.
No es la dicha.
Es la presencia.
El Paraíso está aquí,
de vuelta.
Con todos y todo
en la luz pasajera.
Es (no hay otro) esta tierra:
mesa de encuentros,
cuna de ausencias.
El Paraíso está aquí,
a la espera. Abre tus ojos
que abren sus puertas.
Despierta. Está aquí.
No es la dicha.
Es la presencia.
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10 comentarios:
Vivir debería ser un paraíso. El problema es que lo convertimos en un infierno. Un infierno de guerra, agresividad, explotación y rapiña.Debemos de ser muy tontos (los humanos, me refiero) para darnos tanta maña en hacer de este sitio, a menudo, un lugar de mierda.
Sí, Mitre, creo como tú que no hay más mundo que este mundo. Por eso hubiese sido una pena que hubiese salido de él por culpa de una hormigonera (que, sea dicho, era inocente).
Visitaba hace una semana el monasterio cisterciense de Veruela, en el que estuvo hospedado en 1864 Gustavo Adolfo Bécquer. Le acompañaba su hermano Valeriano, magnífico dibujante y grabador, desconocido hoy de casi todos y del que he tenido ocasión de ver algunos facsímiles en el espacio acotado en memoria de la estancia de ambos hermanos en aquel monasterio.
Gustavo Adolfo estaba muy enfermo de tuberculosis (murió en 1870)y se refugió en el por entonces casi abandonado cenobio de las estribaciones del Moncayo, en la procura de un clima que fuese benigno a su dolencia. Allí escribió las hermosa "Cartas desde mi celda", que podéis incluso leer en Internet.
Por mis rasgos caractericiales me suele embargar un sentimiento lírico y exaltado ante lo bello, que me hace idealizar aquél período que han dado en llamar Romanticismo. Seguro que la realidad de casi todos era bien dura y carente de la belleza que destilan los escritos de los poetas y de los novelistas contemporáneos de entonces. Pero ese espíritu elevado, esas ideas trascendentes, esa exaltación del sentimiento, la añoranza de cosas que no han existido, el anhelo por los horizontes inalcanzables... Me reivindico romántico, ya veis: un áspero, peleón y a veces desabrido romántico. Mi ideal no tiene nada que ver con el estereotipo del pisaverde clorótico y afectado de la mala literatura, sino embebido en la virilidad que se precisa para recoger flores en los campos, sin hacer caso de los "machos" que lo observan desde la cantina, mofándose prestos al escarnio. Luego, los reta en duelo y los mata. Y hace una corona con las flores y se las tira sobre el pecho
agujereado.
Muy romántico todo, ¿no?
A todos nos entusiasmó Bécquer hasta que cumplimos 18. Entonces empezó a parecernos ñoño y cursilón (con perdón). Ahora me gustan más las leyendas que las rimas.
Mi profesor de literatura decía que en el romanticismo los escritores sólo tenían tres formas de morir: o en un duelo (como Pushkin), suicidándose (como Larra), o tísicos (como Bécquer).
Yo también, Agri, he tenido la tentación de apearme a mis floridos dieciocho. Pero aguante el tirón y me impuse una moratoria de otros dieciocho. Y otra...
En cuanto a las Leyendas, les huelo un curioso aroma a las Narraciones Extraordinarias de Poe. Mejores las de este, sin duda.
Decía Bécquer que aunque no hubiese poetas existiría la poesía. El "romanticismo" es una etiqueta que se pone a aquello que nos acalambra a veces los pectorales, que nos humedece el lagrimal...
Por cierto: de un tiempo a esta parte, cuando veo una peli medianamente emotiva, se me planta un lagrimón en la comisura del ojo derecho. Lo curioso es que sólo pasa con el derecho, y por cualquier nadería, ya digo. Y me da corte, tía. Disimulo restregando la furtiva. Por eso casi siempre me siento en la butaca a la derecha de mi compañera. Antes bastaba con leer la sinopsis de la peli para estar prevenido pero, a veces, te cuelan una secuencia lacrimógena -que lo sea para mí, se entiende- en medio de una historia de zombis.
Tengo ese cargo extra, ya lo ves, Agri: he de sentarme siempre a la derecha. Porsi.
Los que nunca varían de opinión, se aman a sí mismos más que a la verdad.
(JOUBERT)
El 90% de los políticos da mala reputación al otro 10%.
A los populistas y demagogos pueden atribuírseles muchas tropelías, excepto una: la de haber creado el estado de cosas que permitió que su populismo y demagogia prosperen.
Más vale gastarse que enmohecerse.
(CUMBERLAND)
En cada sendero, su atolladero.
La sanción del mentiroso es no ser creído cuando alguna vez diga la verdad.
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