viernes, 20 de septiembre de 2013
El otro (por Ray Bradbury)
No escribo yo…
El otro que hay en mí
pide aflorar constantemente.
Pero si me apresuro a volverme y mirarlo
vuelve a escabullirse
al momento y al lugar en donde estaba antes
ya que sin saberlo entorné la puerta
y lo dejé salir.
A veces un grito encendido lo llama;
comprende que lo necesito,
y yo también. Su tarea
será decirme quién soy bajo la máscara.
Él es fantasma, yo fachada
que oculta la ópera que él escribe con Dios,
en tanto yo, ciego del todo,
espero impávido a que su mente
se me deslice brazo abajo,
por la muñeca, hasta la mano
y las puntas de los dedos
y furtiva encuentre
esas verdades que caen de las lenguas
con sonido ardiente,
todo surgido de una sangre secreta
y alma secreta de secreto suelo.
Con alegría
se asoma a escribir, y luego corre
a esconderse una semana
hasta que reanuda el juego
en el que yo finjo, diligente,
que no es mi propósito tentarlo.
Pero lo tiento, mientras simulo mirar hacia otro lado
para que no se esconda todo el día.
Echo a correr e inicio un juego simple,
un salto distraído.
¿Quién convoca del sueño
la bestia que brilla y acecha?
¿De quién las reservas y el coto de caza?
De mi aliento, mi sangre, mis nervios.
Pero ¿qué lugar de esa materia
habita él?
¿Dónde está su madriguera?
¿Tras esta oreja de goma?
¿Tras esa oreja de grasa?
¿Dónde cuelga el sombrero
el joven descarriado?
No hay caso. Ermitaño nació
y vive recluido.
Nada que hacer sino
seguir sus triquiñuelas,
dejar que corra y cosechar la fama.
En la cual yo pongo el nombre
a una materia que le he birlado,
y todo porque le atraje
con dulces aromas creativos
¿Escribió R.B. ese poema,
ese diálogo, esa línea?
No: el simio interior, invisible,
fue quien lo instruyó.
Vestido con mi carne,
su alcance es misterioso.
No digan mi nombre.
Mencionen a ese otro.
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3 comentarios:
Donde hay amor no puede haber venganza.
(GANDHI)
No me cuentes penas.
Cuéntame alegrías,
que yo a nadie le cuento
las penitas mías.
Un avestruz
hace ejercicio, dieta,
y echa a volar.
(RAFAEL BALDAYA)
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