sábado, 7 de septiembre de 2013
Sencilla gracia equilibrada (por Tomás Segovia)
El día
está tan bello
que no puede mentir:
comemos de su luz nuestro pan de verdad.
Su cuerpo se desciñe
y se tiende y se ofrece.
Esta dicha no engaña: nada quiere.
Di: ¿no es más fuerte
que nuestro amor altivo de la muerte
esta sencilla gracia equilibrada
que nada
ejerce?
Pero cuánto pavor,
violenta alma mediata,
te infunde todavía esa burlona voz
que a solas te susurra «estás salvada».
No, no,
tu destino ni ha muerto ni es tu esclavo.
Soberbia y Miedo, confesad:
la vida toda fue verdad.
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4 comentarios:
Fraile que pide por Dios, pide por dos.
A tu querer lo comparo
con el cielo en el invierno:
ya se nubla, ya se aclara,
ya graniza, ya hace bueno.
La historia tiende a disimular la sangre que chorrea bajo las banderas.
(WAGENSBERG)
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.
(CORTÁZAR)
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