Mi hijo juega sobre mi lomo,
es un vaquero y lo llevo
a cuatro patas por la alfombra
espoleado por sus ¡arre caballo!,
pero sus pies ya tocan el piso,
no es el jinete de antes
que a horcajadas limpias se aferraba
a mi cuello, ahora percibe
su propio peso, deja de arrearme
y se baja. Me acuesto boca arriba,
él se acuesta también
y miramos el techo. Ya no soy
su caballo. No me lo dice,
pero lo piensa. Se bajó
para siempre de mí, su centauro,
a este suelo de todos
que da vuelta a la tierra.
2 comentarios:
Crecer es también perder cosas. Crecer es también empequeñecerse.
Hoy me pongo a escribir con pie de plomo
para no repetirme,
pues detrás de mi mesa hay un verdugo
que me pone firme.
Si escribo la palabra gaviota
o el rumor de la lluvia en el jardín,
si escribo golondrina
o recibo el otoño
el verdugo me ataca sin piedad
-Eso ya lo has cantao.
Si el protagonista dice te quiero
mientras sopla la brisa
paseando una alfombra de hojas secas
mientras la acaricia
Si el protagonista dobla la esquina
o si cruza un gorrión el cielo gris,
si se muere la tarde
o si brilla la luna
el verdugo me ataca sin piedad.
-Eso ya lo has cantao.
Si navega un velero la bahía
y ella, enamorada
le saluda al pasar desde la arena
de una playa blanca.
Si escribo la palabra mariposa
me pregunto a qué cosa no escribí,
y si escribo paloma
me acuerdo de una amiga
y el verdugo se lanza sobre mí
-Eso ya lo has cantao.
(PERALES)
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