En los laboratorios, sobre las máquinas inmóviles, hay óxido y sombras. No hay ácidos ni hombres; apenas permanece la química de la ira.
Sucede a causa de la infección general de la atmósfera, es decir, de la vida. Sucede también a causa de grandes codicilos infecciosos.
Tú, es decir, yo, entra a los laboratorios. Pon temperatura. Primero en los instrumentos más tristes. Reduce el óxido, dispersa las sombras.
Madres. Madres tuyas y mías suelen venir a las válvulas. Abre las válvulas. Busca, no sé, gritos, quizá. Sí, busca los gritos de las parturientas gozosas, busca los cabellos aceitados por la tristeza, los imperdibles perdidos.
O su llanto.
Sí, su llanto insurgente. Induce tú la sedición llorando. Pon la obra magnética.
Ya llegan las madres.
Ya visten los grandes mandiles, ya tienden la ropa más blanca, ya cantan y lloran, ya lavan los ácidos.
¿Qué hacen las madres?
Ellas saben. Restauran la química
cantando, tendiendo, lavando, llorando.
1 comentario:
Esas madres salvarán el mundo..., o sea, a nosotr@s...si las dejan.
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