martes, 20 de diciembre de 2011
Esa ráfaga (por Jorge Luis Borges)
Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.
Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación de ser un desdichado,
pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga.
Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.
Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación de ser un desdichado,
pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga.
Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.
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17 comentarios:
Habiendo leído de niño que el profeta Elías había sido arrebatado por un carro de fuego y elevado a los cielos (la verdad, tal destino es una suposición, porque la Biblia no es muy explícita al respecto), viví siempre con la secreta esperanza de que se repitiera en mí aquel prodigio.
Porque siempre me sobrecogío la idea del tránsito instantáneo de la vida a la muerte: ¡qué angustioso contar los latidos del propio corazón, concentrarse en el ritmo del fuelle de los pulmones moribundos, sabiendo que es una cuenta atrás que ha de interrumpirse bruscamente...! Y la obsesión por ser consciente de ello hasta el último aliento, contarlos todos sin que se escape uno...
Sé que son cosas que a pocos deben de ocupar.
Pero a mí me desasosiegan.
Los demás hombres mueren.
Yo no soy los demás hombres.
Conclusión: No he de morir.
[Creo que era Vladimir Nobokov quien (des)razonaba de este modo.] Bueno, morir da miedo, pero ser inmortal nos daría miedo también.
Así que, oyes: si queríamos no morir, no hubiéramos nacido. A lo hecho, pecho. (Eh, oiga,¡pero si yo no pedí nacer!)
La inmortalidad es incompatible con la vida. Al menos con la vida reproducible, o sea, con la reproducción. En muy poco tiempo el planeta se nos quedaría pequeño e insuficiente (¡si ya nos pasa, y eso que seguimos muriéndonos, aunque un poco más tarde!) Si fuéramos inmortales no podríamos reproducirnos. Esto es una obviedad, pero se ve bien en Las intermitencias de la muerte, de Saramago.
No creo que en ese momento uno esté pendiente de los latidos del corazón.
Un conocido psiquiatra del que no recuerdo el nombre ( ¿qué contradicción no? ) decía que el cerebro segrega una sustancia que hace que el tránsito sea placentero...
angel
¿Sería el doctor Menguele, por un acaso, que sabía mucho de tránsitos provocados y estudiados sobre el terreno?
Otro galeno a echar a patadas de la nómina del Sistema de Salud.¿Cómo se pueden decir semejantes gilipolleces? ¿Que se muere en puro orgasmo? ¿ Será por eso que dicen -los científicos no, of course- que los ahorcados mueren con una ereccíon más que mediana? No, si va a resultar que la Inquisición era una especie de salón de masaje athilandés.
Cambia de psiquiatra, amigo ignoto. Cambia.
Joe...cómo me he reido...
que no es el mío leñe!!
es uno que sale en la tele a veces seguro que si lo ves lo conoces...pero no se su nombre
Juassss!!!
angel
Es que, Ángel, con los míos tampoco me entiendo (me tratan varios psiquiatras). Porque cada uno me manda pastillas distintas; luego, como no sé cuáles son las buenas, caigo en la tentación de probar con todas y no veas los cócteles que hago... Y claro, las crisis de hiperactividad, la fuga de ideas, los brainstorms, los paga el zumo este de la cosa.
Si me paso me lo decís, que soy muy mandao.
Dicho lo anterior, me retracto de ello: no sea cosa que se me tome en serio la humorada y quede por chaladillo.
El señor Capone goza de una salud mental más que mediana.
Y es bastante guapo.
Nos ha joio...no me imagino a un señor capone chalaillo...
angel
Al atardecer de la vida
te examinarán del amor
(S. Juan de la Cruz)
Pensar que esas palabras tan bellas de Juan de la Cruz son las que escucho en los funerales (sólo entro en la iglesia en los funerales), generalmente entonadas por un cura vago y como displicente, que parece que le aburre la encomienda, pensar eso, digo, me llena de laicísimo cabreo.
No se ha hecho la miel para la boca del asno; no se echen las margaritas a los cerdos; la impostura a la basura...
Feliz Navidad, hermanos en Cristo.
F. y heterónimos:
Feliz Navidad para ti. Estoy apartada del blog y seguiré así durante algunos meses, por razones tanto personales como laborales. Pero no quiero dejar de desearte lo mejor para esta Navidad y para 2012: a ti, a mi admirado, asturiano y cascarrabias amigo F. (y a sus heterónimos). Besos de Emilia.
¡Oh, Emilia...! No sabes lo que me alegra verte emerger de este lago de zumo enriquecido... Como una Nereida de largos cabellos rezumantes, apenas suficientes para velar la espléndida desnudez meridional. Simonetta Vespucci del Albaicín, no ha de faltar un Sandro que pinte de colores este prodigio que ahora vivo: ¡es Emilia rediviva!
Hace unos meses, pasé por la Emilia-Romaña y me acordé de ti.
Pues sí, amiga mía; se ha hecho lo que se ha podido para revitalizar este blog de poesía. Yo y mis guiñoles (¿sabrías identificar a cada uno de ellos; son unos cuantos...) nos hemos esforzado por lograrlo. Será casualidad, pero hay una concurrencia de participantes muy estimable, en cantidad y calidad. No lo digo por fatuidad, sino por quedar a bien contigo, que es lo que me importa (je,je,je).
Que estés en cesantía no es motivo para que -de vez en cuando- no des noticia de tu existencia...
Te reitero mis deseos de dicha, placer y despendole.
Besos.
Si te falla la viagra,
oye bien lo que te digo:
Ponte un piercing en la punta
y un imán en el ombligo.
Dibujar pasteles no sirve para matar el hambre.
(proverbio coreano)
Quien hace mal, espere otro tal.
Las malas son esas penas
que sin matar nos maltratan.
Las que de golpe nos matan,
¡ésas son las penas buenas!
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