miércoles, 21 de diciembre de 2011
Mirada final (por Vicente Aleixandre)
La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado,
caídos, derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén y,
revuelto con la tierra súbita, se levanta
y casi no puede reconocerse. Y se mira y se sacude
y ve alzarse la nube de polvo que él no es,
y ve aparecer sus miembros, y se palpa:
«Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo,
y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza»;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies
y él emerge, no sé si dolorido, no sé si brillando,
y alza los ojos y el cielo destella con un pesaroso resplandor,
y en el borde se sienta y casi siente deseos de llorar.
Y nada le duele, pero le duele todo.
Y arriba mira el camino, y aquí la hondonada, aquí donde sentado
se absorbe y pone la cabeza en las manos;
donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado
toda la vida como un instante, me miro. ¿Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida?
¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca,
cuando me reconozca y despierte, recién levantado de la tierra,
y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?
No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra
que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma,
hubiera al fin de expulsar. No: alma más bien en que todo yo he vivido,
alma por la que me fue la vida posible y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos,
con los que mi alma contigo todo lo mira, contemple con tus pupilas,
con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado,
caídos, derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén y,
revuelto con la tierra súbita, se levanta
y casi no puede reconocerse. Y se mira y se sacude
y ve alzarse la nube de polvo que él no es,
y ve aparecer sus miembros, y se palpa:
«Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo,
y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza»;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies
y él emerge, no sé si dolorido, no sé si brillando,
y alza los ojos y el cielo destella con un pesaroso resplandor,
y en el borde se sienta y casi siente deseos de llorar.
Y nada le duele, pero le duele todo.
Y arriba mira el camino, y aquí la hondonada, aquí donde sentado
se absorbe y pone la cabeza en las manos;
donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado
toda la vida como un instante, me miro. ¿Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida?
¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca,
cuando me reconozca y despierte, recién levantado de la tierra,
y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?
No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra
que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma,
hubiera al fin de expulsar. No: alma más bien en que todo yo he vivido,
alma por la que me fue la vida posible y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos,
con los que mi alma contigo todo lo mira, contemple con tus pupilas,
con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.
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13 comentarios:
Dicen que son unos pocos gramos, unos 21, el peso que pierde el cuerpo en el preciso instante de la muerte. A lo mejor eso es el alma: la energía que se separa del cuerpo en el momento de morir. Pero se lo comenté a un médico y me dijo que no, que lo probable es que ese sea el peso del último suspiro exhalado de los pulmones. Aun así pregunto, ¿qué hace que un cuerpo muerto, con todos sus órganos aún intactos, no pueda ser devuelto a la vida? ¿Qué hace que la muerte no pueda ser revertida, que morir no tenga vuelta atrás?
Vaya, Tragi, parece que estés hablando de uno de esos odiosos experimentos de los nazis: ¿Cuánto aguanta sin morirse una persona privada de sueño?, ¿cúantas toneladas soporta un fémur sin fracturarse?...
Porque hay que tener cuajo para ponerle la báscula a un moribundo debajo del culo y estar atentos a que la diñe para registrar el dato en el mismísimo momento.
Yo que tú, cambiaba de galeno. ¿Cómo que es el peso de lo exalado en la última respiración ¿Acaso no estamos inspirando y exalando cada pocos segundos? ¿Qué tiene de particular el peso de la última exalación?
Tragi, cambia de médico; este parece poco de fiar.
Y lo que dices del alma... Hombre, Tragi, alma mía, no me hables del peso del alma que me troncho. Y luego dirás que soy un desalmado.
Si tuviese algún fundamento la teoría esa de que la "energía" desprendida de las almas en fuga (siempre que no se tiene explicación convincente para justificar un fenómeno físico se suele apelar a la "energía", que "ni se crea ni se destruye" argumentan los aprendices de brujo, como si acabaran de descifrar un teorema), si tuviese alguna virtualidad, en estos tiempos de crisis habría que dedicar a la investigación del fenómeno partidas muy crecidas dinerarias, porque pudiera tratarse de una fuente energética nueva de alcance insospechado. Además, ¡NO CONTAMINANTE!
Tragi, no sé que me pasa contigo que parece que te busco siempre las cosquillas. Y no hay nada de ello: me pareces una chica muy maja y muy sensata. De verdad.
Un saludo afectuoso, Tragi.
Lo de los 21 gramos es una leyenda basada en la película de Alejandro González Iñárritu. El título viene de un trabajo del Dr. Duncan MacDougall, quien a comienzos del siglo XX realizó experimentos para probar la pérdida de peso provocada supuestamente por la partida del alma del cuerpo, al morir. MacDougall pesó pacientes moribundos en un intento por probar que el alma es tangible, material y mensurable. Estos experimentos difícilmente puedan ser considerados científicos, y a pesar de que los resultados variaron considerablemente de 21 gramos, dentro de la cultura popular esta cifra se ha convertido en sinónimo de la medida de la masa del alma.
Por cierto, exhalar se escribe con h. exhalar.
(Del lat. exhalāre).
1. tr. Despedir gases, vapores u olores.
2. tr. Lanzar, despedir suspiros, quejas, etc.
3. prnl. p. us. Angustiarse o afanarse con anhelo por conseguir algo.
Hombre, docto Veiga; gracias por la merecida corrección.
La erradura debe de venir propiciada porque oigo en la jerga hospitalaria el palabro "exitus" (lo pronuncian esdrújulo), atroz eufemismo para no decir muerte, diñe, defunción...
Cuando alguien muere tras tratamiento médico o ars quirúrgica y lo llaman de aquesta manera, replico que es un éxito cojonudo el que nos ocupa.
Éxitus es muerte (¡qué éxito!) y a sus sentencias los jueces les llaman Fallos (¡coño, qué acierto!). El mundo del lenguaje está lleno de paradojas como éstas. Por cierto, mi novio tiene el glande muy grande. Ay, perdón, que se me lengua la traba (¿qué estaría yo haciendo con la lengua puesta en tan grande glande?)
Ja,Ja, PD, no sigáis así que es que yo me troncho.
Modera tu risa, buen bachiller: si quieres saber lo que es camelo, rollo de de carne al cianuro y disparate, leeme en lo de Ángel Maya.
Es una terapia para tiempos de Crisis.
A mí me mola.
Un extraño que viene del pasado
te reprocha desde el espejo
(BEI DAO)
En una misma noche
frío y calor,
calor y frío. Entonces
con mi edredón
yo me abanico,
me abrigo y me abanico,
calor y frío.
(GARCÍA-MÁIQUEZ)
Dichoso aquél cuya fama no brilla más que su verdad.
(TAGORE)
Por puro error
a veces acertamos.
Y viceversa.
(RAFAEL BALDAYA)
Manzana pasada, pudre una tonelada.
El único sentido de cada pueblo, nación, lengua y cultura es ayudar a generar lo humano planetario y cósmico, hermano de todos los seres y cosas.
(BORGES)
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