domingo, 11 de diciembre de 2011
Nos miramos indiferentemente (por Fernando Pessoa)
Sí, pasaba con frecuencia por aquí hace veinte años...
nada ha cambiado -o al menos no lo advierto-
en este rincón de la ciudad.
¡Hace veinte años!
¡El que yo era entonces! Bueno, en fin, yo era otro
hace veinte años, pero las cosas no lo saben...
Veinte años inútiles (¡y yo qué sé si lo han sido!
¿Acaso sé lo que es útil o inútil?)
Veinte años perdidos (y de haberlos ganado, ¿que sería?).
Intento reconstruir con la imaginación
quién era y cómo era cuando pasaba por aquí
hace veinte años…
No recuerdo, no puedo recordar.
El que entonces pasaba
si hoy existiera tal vez recordaría…
¡Hay tanto personaje de novela al que por dentro conozco mejor
que a ese yo mío que pasaba por aquí hace veinte años!
Sí, el misterio del tiempo.
Sí, el que nunca se llegue a saber nada.
Sí, el que hayamos nacido a bordo todos.
Sí, sí, todo eso o cualquier otra forma de decirlo…
Por aquella ventana del segundo piso, idéntica a sí misma todavía,
más azul en el recuerdo,
se asomaba entonces una muchacha mayor que yo.
Y hoy, tal vez..., tal vez, ¿que?
Todo es imaginable cuando nada sabemos.
Física y moralmente estoy parado: no quiero imaginarme nada...
Un día subí esta calle pensando alegremente en el futuro,
pues Dios permite que aquello que no existe sea intensamente iluminado.
Hoy, al bajar esta calle, ni en el pasado pienso alegremente.
Cuando mucho, ni pienso...
Mi impresión es que las dos figuras se cruzaron en la calle no entonces ni ahora,
sino aquí mismo, sin que el tiempo perturbara su cruzarse…
Nos miramos indiferentemente el uno al otro.
Y yo, el de antes, fui calle arriba imaginando un futuro girasol.
Y yo, el de ahora, fui calle abajo sin imaginarme nada.
En la realidad esto tal vez sucediera,
en verdad sucediera,
carnalmente sucediera.
nada ha cambiado -o al menos no lo advierto-
en este rincón de la ciudad.
¡Hace veinte años!
¡El que yo era entonces! Bueno, en fin, yo era otro
hace veinte años, pero las cosas no lo saben...
Veinte años inútiles (¡y yo qué sé si lo han sido!
¿Acaso sé lo que es útil o inútil?)
Veinte años perdidos (y de haberlos ganado, ¿que sería?).
Intento reconstruir con la imaginación
quién era y cómo era cuando pasaba por aquí
hace veinte años…
No recuerdo, no puedo recordar.
El que entonces pasaba
si hoy existiera tal vez recordaría…
¡Hay tanto personaje de novela al que por dentro conozco mejor
que a ese yo mío que pasaba por aquí hace veinte años!
Sí, el misterio del tiempo.
Sí, el que nunca se llegue a saber nada.
Sí, el que hayamos nacido a bordo todos.
Sí, sí, todo eso o cualquier otra forma de decirlo…
Por aquella ventana del segundo piso, idéntica a sí misma todavía,
más azul en el recuerdo,
se asomaba entonces una muchacha mayor que yo.
Y hoy, tal vez..., tal vez, ¿que?
Todo es imaginable cuando nada sabemos.
Física y moralmente estoy parado: no quiero imaginarme nada...
Un día subí esta calle pensando alegremente en el futuro,
pues Dios permite que aquello que no existe sea intensamente iluminado.
Hoy, al bajar esta calle, ni en el pasado pienso alegremente.
Cuando mucho, ni pienso...
Mi impresión es que las dos figuras se cruzaron en la calle no entonces ni ahora,
sino aquí mismo, sin que el tiempo perturbara su cruzarse…
Nos miramos indiferentemente el uno al otro.
Y yo, el de antes, fui calle arriba imaginando un futuro girasol.
Y yo, el de ahora, fui calle abajo sin imaginarme nada.
En la realidad esto tal vez sucediera,
en verdad sucediera,
carnalmente sucediera.
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6 comentarios:
Viejos exyoes con los que nada compartimos
Neuronas yoísticas, células nerviosas que se cren que soy alguien.
Yoes, coyoes, adyoes, viceyoes... Toda esa panda más o menos bien avenida.
Son tus pestañas
igual que alfileres
y cuando me miras
clavármelos quieres
En males cuya causa no sabemos, milagro es encontrarles el remedio.
Si quieres que yo te quiera
hemos de hacer un ajuste:
tú no bailarás con nadie;
yo bailaré con quien guste.
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