zUmO dE pOeSíA

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domingo, 6 de octubre de 2013

Preguntándome qué se busca (por Philip Larkin)


Seguro ya de que no pasa nada,

pongo un pie adentro, y dejo que la puerta

se cierre de golpe. Otra iglesia: esteras, asientos, piedra

y folletos; rastros de flores cortadas

para el domingo, algo marchitas; un poco de bronce y otras cosas

del lado de lo santo; el órgano, pulcro, pequeño;

Y un tenso, rancio, insoslayable silencio

que sabe Dios cuánto tiempo

demoró en decantarse. A falta de sombrero,

mi torpe homenaje consiste

en soltar mis pinzas de ciclista.


Avanzar, recorrer con la mano el borde circular

de la pila. Desde aquí, el techo parece casi nuevo –

¿limpiaron, repararon? Alguien sabrá; no tengo idea.

Subiendo al púlpito, repaso

unos pocos versos grandilocuentes, pronuncio

sin querer, a toda boca, “Aquí concluye…”

Los ecos, burlones, se ríen un poquito. Ya en la puerta,

firmo el libro, hago una pequeña donación, una moneda,

pienso: no valía la pena detenerse en el lugar.


Pero sí me detuve: de hecho, suelo hacerlo,

y siempre termino así como en suspenso,

preguntándome qué se busca; preguntándome, también,

por las iglesias cuando ya no se usen para nada:

en qué se transformarán; si algunas catedrales

serán crónicamente un espectáculo,

con pergaminos, platería, copones en vitrinas bajo llave,

mientras las otras se arriendan, sin costo, a la lluvia o las ovejas.

¿Serán de mal agüero? ¿Las evitará la gente?


¿O acaso, de noche, se irán a acercar

equívocas mujeres, trayendo sus hijos a tocar cierta piedra;

a cortar hierbas para un cáncer, o en una fecha especial

a ver a algún muerto caminando?

De una u otra manera, persistirá cierto poder,

en juegos, adivinanzas, como azarosamente;

la superstición, como la creencia, tendrá que morir,

y ¿qué quedará, sin siquiera descreimiento?

Pasto, piedras con maleza, zarzas, contrafuerte, firmamento.


Formas más difíciles de reconocer cada semana,

un propósito cada vez más recóndito. Me pregunto

quién será el último, realmente el último

en buscar este recinto por lo que fue: ¿tal vez uno de aquellos

que golpean suavemente la pared, anotan, y saben lo que fueron

los coros con celosías? ¿Algún adicto a las ruinas, codiciando

alguna antigüedad, o un fanático de las navidades, en procura

de un olorcillo a paramentos, a tubos de órgano, a mirra?

O será acaso mi representante.


Aburrido, desinformado, sabiendo que el légamo fantasmal

se ha dispersado, pero atraído a este cruce de terrenos

pasando por las zarzas suburbanas, pues aquí se contuvo

por tanto tiempo, y de modo tan ecuánime, lo que ahora

se encuentra sólo en la separación —matrimonio, nacimiento,

y muerte, y cuanto se piense de ellos– ¿Para eso habrán construido

esta especial caparazón? Aunque no tengo idea

de cuánto vale este añejo galpón ornamentado

me complace quedarme aquí en silencio.


Pues es seria esta casa, y se encuentra en tierra seria,

y en su aire mixturado nuestras tantas compulsiones

confluyen, se reconocen, se atavían de destino.

Y eso nunca podrá caducar,

pues siempre alguien estará sorprendiéndose

de encontrar en sí mismo una avidez por lo serio,

y gravitará con ella hacia esta tierra,

propicia –oyó una vez– para volverse sabio,

aunque no sea más que por los muchos muertos

que yacen aquí, a su alrededor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

se busca la respuesta al gran mimsterio último de todo, pero sólo se encuentra,o se inventa , un sucedaneo de respuesta.

Círculo Cultural FARONI dijo...

Las tormentas pasan, las estrellas permanecen.

(proverbio mozambiqueño)

Cide Hamete Benengeli dijo...


Aunque te vuelvas culebra
y te vayas a la mar
y te escondas en la arena,
mis ojos te han de buscar.