martes, 17 de diciembre de 2013
Me sorprendió tu voz (por Jana Putrle Srdić)
A los seis meses de tu muerte
llamé a tu casa,
nadie atendió el teléfono y
de repente en el contestador
me sorprendió tu voz.
Como si los cactus de la repisa
rodearan mi cama por la mañana.
Como si contestaras desde un cubo
rosado de gelatina.
Tu voz
es para mí conocida y extraña a la vez,
inusualmente resuelta como la voz
de un hombre de treinta años que nunca
está en casa y necesita un contestador,
porque acaba de volver de balonmano
y tiene prisa para llegar a las prácticas de tiro.
Como todos los tiradores, sabe que en el camino
hacia el campo de tiro debe fijar la mirada
a través de la ventana del autobús, siempre en el mismo punto,
en la luna del cielo del atardecer,
para que después, ante el blanco,
el corazón le empiece a latir en círculos blancos
hasta unirlos con su pulso en un punto,
y apretar entonces el gatillo.
Una voz
conocida de un hombre de treinta años en luna
de miel rumbo a Venecia con una cinta de Glenn Miller
en el coche. Un sombrero femenino con alas grandes.
Unos pantalones livianos de verano – al estilo de Gatsby –
que se deslizan por las rodillas al saltar
dos escalones a la vez en los puentes.
Canales que apestan, paredes húmedas,
palomas, le dice a ella, palomas por todas partes,
y ligeramente prende a la vez con su encendedor
sonrisas en los negativos.
Paso al lado de este alto hombre delgado
con una camisa clara de verano que no me reconoce
porque aún no existo.
Pienso: cuando grabemos encima de la cinta
del contestador y tu voz en mi cabeza
se haga borrosa, también yo voy a volverme
un poco más transparente.
llamé a tu casa,
nadie atendió el teléfono y
de repente en el contestador
me sorprendió tu voz.
Como si los cactus de la repisa
rodearan mi cama por la mañana.
Como si contestaras desde un cubo
rosado de gelatina.
Tu voz
es para mí conocida y extraña a la vez,
inusualmente resuelta como la voz
de un hombre de treinta años que nunca
está en casa y necesita un contestador,
porque acaba de volver de balonmano
y tiene prisa para llegar a las prácticas de tiro.
Como todos los tiradores, sabe que en el camino
hacia el campo de tiro debe fijar la mirada
a través de la ventana del autobús, siempre en el mismo punto,
en la luna del cielo del atardecer,
para que después, ante el blanco,
el corazón le empiece a latir en círculos blancos
hasta unirlos con su pulso en un punto,
y apretar entonces el gatillo.
Una voz
conocida de un hombre de treinta años en luna
de miel rumbo a Venecia con una cinta de Glenn Miller
en el coche. Un sombrero femenino con alas grandes.
Unos pantalones livianos de verano – al estilo de Gatsby –
que se deslizan por las rodillas al saltar
dos escalones a la vez en los puentes.
Canales que apestan, paredes húmedas,
palomas, le dice a ella, palomas por todas partes,
y ligeramente prende a la vez con su encendedor
sonrisas en los negativos.
Paso al lado de este alto hombre delgado
con una camisa clara de verano que no me reconoce
porque aún no existo.
Pienso: cuando grabemos encima de la cinta
del contestador y tu voz en mi cabeza
se haga borrosa, también yo voy a volverme
un poco más transparente.
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6 comentarios:
Cuando crees que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite.
(CORTÁZAR)
Quien con fuego juega, sus dedos quema.
Aparcamiento.
En un camión comida
para los gatos.
(SUSANA BENET)
Corregid, no es en un camión sino en un cajón.
Aparcamiento.
En un cajón comida
para los gatos.
(SUSANA BENET)
Está el camino mendigo de mis pies. Están mis pies mendigos del camino.
(RAFAEL BALDAYA)
Grave y extendido error es el empeño de continuar en una senda errónea sin otra razón que haberle entregado biografía.
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