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lunes, 12 de mayo de 2014

Canción por la muerte de Tom Wieland (por Renée Acosta)


I


que el cielo se detenga, que detengan sus barcas

los pescadores, que nadie pueda ahora levantarse

que dejen de brillar las anémonas y se apaguen

los faros celestes, porque ha muerto Tom Wieland


pero las barcas no se detienen

ni las olas arrancan de las rocas los percebes

porque ha muerto Tom Wieland


nadie detiene su paso, nadie despierta ni duerme

la causa de la navaja no es la herida

pero juntas rasgan las cuerdas que escriben

la canción por la muerte de Tom Wieland


siguen los cangrejos su marcha retrógrada

como estrellas rojas cavando en la arena

nadie se inmuta por la muerte del muchacho del norte

y nadie se inmutará ante la muerte de todos

los que ya adelante vienen, con su cuerpo

cifrado de signos que hablan de su devastación


pero todo sigue su rumbo…

no importa si hablamos del destino


II

todo ocupaba su lugar

todo en su momento, formó parte

de un vaivén de nubes

nadie tocará sus bajos deslaves

de muchacho pecoso sobre las laderas


habrá quien llore por sus labios

la última saliva, pero nadie

nadie volteará a los tactos

de sus dedos, ni tomará sus recuerdos

por bandera de iluminación


las barcas siguen su pesca

las mujeres van a trabajar en las cafeterías

pensando en sus hijos que quedaron en casa

las negociaciones en Hong Kong proseguirán

a menos que una ráfaga gélida las detenga

nada será diferente


quienes lo amaron dirán:

si aún viviera Tom Wieland


no cantará bajo los cielos septentrionales

con los indios de sienes fractales

no cantarán los mismos hippies, buscando

el Nirvana, con hierba y alcohol

a lo Jim Morrison, protestando en Tlatelolco


no estará cuando niños rubios pecosos

festejen frente al televisor la llegada

del hombre a la luna

no estará para besar a Jane Marie River

a la puesta del sol en las playas de México


no vivirá, en conclusión

las sombras de las marmotas presagiando

el hielo sobre las viejas calcetas olvidadas

en el fogón


no se quedará, sin embargo, a mirar

la devastación de su pueblo el once de septiembre

ni tendrá un apartamento de alquiler

para alquilar jóvenes orientales con ansias

de cocaína en el estupor de las madrugadas

no tendrá ojos vasos circunspectos

para quedarse a la luz de la imaginación

a ver llegar las señales del Big-bang

en el telescopio Hubble, ni mirará

el descubrimiento de las nuevas tecnologías

cibernéticas


pobre Tom Wieland, débil, asmático

pecoso


sin embargo su muerte inspirará

una canción para seducir a una muchacha

en el asiento trasero de un cadillac en

New Island, y nacerá un niño que tendrá

la vida que él no vivió

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La Tierra no echa en falta a nadie.Asi que en cierto modo estamos todos de más.

hAiKu dijo...


Vienen, de pronto,
todas juntas, las lágrimas
que no he llorado.



(CUQUI COVALEDA)

casa de citas dijo...


La poesía, como la felicidad, no existe. Sólo existen momentos poéticos o felices.

(VACHÉ)