Ajá, así que esto es el Himalaya.
Montañas corriendo hacia la Luna.
El momento del despegue eternizado
en un cielo de pronto descosido.
Un desierto de nubes perforado.
Golpe en la nada.
Eco: blanca mudez.
Silencio.
Yeti, abajo es miércoles:
hay pan, abecedario,
dos y dos son cuatro
y la nieve se derrite.
Hay una manzana roja
partida en cruz.
Yeti, no sólo el crimen
es posible.
Yeti, no todas las palabras
condenan a muerte.
Heredamos la esperanza,
don del olvido.
Verás cómo parimos
en las ruinas.
Yeti, tenemos a Shakespeare.
Yeti, tocamos el violín.
Yeti, en la penumbra
encendemos la luz.
Aquí, ni Luna ni Tierra,
y se congelan las lágrimas.
¡Yeti, cuasiconejo lunar,
piénsalo bien y vuelve!
Así, entre cuatro paredes de avalanchas,
llamaba al Yeti y pataleaba,
para entrar en calor,
sobre las nieves
perpetuas.
3 comentarios:
Bien, pero tal vez el Yeti también tenga allí cosas buenas y valiosas que le lleven a preferir su blanco, montañoso, solitario y níveo mundo. Habría que conocer su opinión y sus razones.
Perro salchicha,
caniche, pequinés...:
¡ venís de un lobo !
(CUQUI COVALEDA)
Frecuentemente tenemos más miedo a la muerte que amor a la vida.
Publicar un comentario