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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Se necesitaba una catedral (por Julian Przyboś)


Para recuperar la inspiración
capaz de confesar el oculto
amor, remoto, a punto de desaparecer,
se necesitaba una catedral. La estoy mirando:
tus ojos la habían llenado de luz,
detenida en sus arcos.
Así se creó el espacio. Lo ha bordeado la piedra
inmovilizándolo.

El tiempo pesaba como una roca.
Lo levanté en vilo, estoy de nuevo aquí,
resucité por un instante y otra vez estoy
como había estado, ocurro en lo antes ocurrido.
Veo: el espacio luminoso
se vino abajo, quebrándose;
con mis pasos resuenan las piedras,
otras y otras más,
la nave regresa a la roca.
La misma y no la idéntica catedral,
la de cuya luz se apoderó el muro
está aquí
y ya no es más que real.

Aplastado por las piedras contemplo la nada.

Es tan palpablemente inconcebible
la catedral
como el peso de la montaña sobre el pecho,
como la derrota.
La contemplo hasta que el arco más alto
se arrodille ante mi tristeza.

El corazón de una campana tembló,
empezando a latir, rítmicamente.


4 comentarios:

Rafael Baldaya dijo...

El mismo sitio
con el paso del tiempo
es otro sitio.

hAiKu dijo...

Frecuentemente
lo que reluce está
sucio por dentro.

(CUQUI COVALEDA)

casa de citas dijo...

Y aunque yo era entonces un chiquillo, recuerdo que pensé lo siguiente: "Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones dirigidas por centenares de hombres de talento".

(PÉREZ GALDÓS,   Trafalgar)

ORáKULO dijo...

Todo exceso es defecto.