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sábado, 18 de agosto de 2018

¿Volvería a caer? (por Juan Gil Albert)


Si volviera a vivir por estos valles
¿volvería a caer? Me extrañaría
que no lo hiciera.
Veo en esos ojos
el mismo fuego aquel, la dulce llama
que me perdió en su día.
Veo el paso
de quien deja flotar tras de sus hombros
las alas del deseo.
Veo en blancos
muros que trepan frente al mar las rosas
latiendo ensimismadas.
Veo viñas
que las abejas pican rescatando
su miel de oro.
Veo en la azotea
las ropas como velas de un navío
que nos arrastraran lejos.
Veo el monte
crepitando de sol y siento dentro
recorrerme sutil como un fluido
algo que necesita mi concurso
para integrarse entero en la armonía
que me circunda.
Nada ha cambiado.
Tierra, divinidad, delicia, tierra.
Todo está en pie, incitante, extraño, hermoso.
Volvería a caer.


7 comentarios:

Agridulce dijo...

Vencer la tentación sucumbiendo de lleno en sus manos...

Fuego de palabras dijo...

Hermano,

traigo el gabán,

el paliacate del barranqueño

y la pistola pintada desde que te fuiste,

para romper los años, traigo esta lengua de arranca muertos,

este colibrí para encontrar tu hueso,

para medir los gusanos de la rabia

y esparcir el polvo de tu carne entre los platanares,

en los cafetales,

en los labios de la muchacha que quisiste,

en doquier que anduvo tu ánima,

traigo una tristeza que entregué a la tierra,

una vela para encender la piel,

tres botellas que curen tu boca

y una bala para buscar tu nombre.



(HUBERT MATIÚWÀA)

Anónimo dijo...

En sus brazos

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Hijo soy de mi hijo. Él me rehace.

(JOSÉ MARTÍ)

ORáKULO dijo...

La perfecta estupidez se ignora a sí misma.

cajón desastre dijo...

El mundo no es comprensible, pero sí comprimible: cabe en cualquier cabeza por pequeña que sea.

todo está en Borges dijo...

En un restaurante del centro, Haydée Lange y yo conversábamos. La mesa estaba puesta y quedaban trozos de pan y quizá dos copas; es verosímil suponer que habíamos comido juntos. Discutíamos, creo, un film de King Vidor. En las copas quedaría un poco de vino. Sentí, con un principio de tedio, que yo repetía cosas ya dichas y que ella lo sabía y me contestaba de manera mecánica. De pronto recordé que Haydée Lange había muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo sabía. No sentí miedo; sentí que era imposible y quizá descortés revelarle que era un fantasma, un hermoso fantasma.

El sueño se ramificó en otro sueño antes de que yo me despertara.

(BORGES)