¡Hora morada y profunda,
áurea y roja de cálidos luceros!
—Altas, profusas, lejanas,
multiplican, oscuras, las campanas
sus sones pregoneros—.
El ambiente se inunda
de un viento ardiente de pureza,
y un cielo no pintado
se va extendiendo entre las nubes granas
y redondas.
El ángel del pasado lo ha cruzado,
resplandeciendo belleza.
—Altas, profusas, lejanas,
multiplican, oscuras, las campanas
sus sones vesperales—.
La cabeza febril se me ha doblado
sobre los tibios cristales
del jardín verdeazul en la penumbra,
rosado de los últimos rosales.
Mi corazón se alumbra
de oro blanco por dentro
súbitamente.
... ¡Ahora sí que encuentro
en mí tu porvenir, puro pasado!
2 comentarios:
Quien de verdad quiera conservar en la memoria lo sucedido, no debe entregarse a los recuerdos. El recuerdo humano es un proceso demasiado agradable como para retener el pasado; es lo contrario de lo que pretende ser. Porque el recuerdo puede más, mucho más: realiza con tenacidad el milagro de concertar la paz con el tiempo ido, en la que se volatiliza cualquier asomo de rencor y el blando velo de la nostalgia se deposita sobre todo lo que se percibió como duro acerado. Las personas felices tienen mala memoria y hermosos recuerdos.
(THOMAS BRUSSIG)
Toda idea unidimensional del ser humano (regido sólo por la razón, regido sólo por el interés económico, regido sómo por la comodidad, regido sólo por los instintos...) se da de bruces con la realidad. El ser humano es una mezcolanza. En toda persona hay un raro, cambiante, inestable equilibrio entre razón y emoción, entre realidad y fantasía, entre consciencia y subconsciencia, entre agresividad y ternura... Sus actos y comportamientos no pueden entenderse sin esa heterogénea mezcla de factores, que en cada situación pueden manifestarse de forma diversa.
(J. A. MARINA)
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