miércoles, 17 de marzo de 2010
Cada vez que te pienso (por Ana Pérez Cañamares)
Lo primero que pensé fue:
se ha muerto solo
(acompañar en la muerte
es el mejor bálsamo
para la culpa)
Lo segundo que pensé:
no me ha devuelto
mi última llamada
(nunca nos planteamos
que el deseo de independencia
también puede ser hereditario)
Lo tercero: ya no tengo padres
(y al mirar atrás descubrí
que hace ya mucho tiempo
que ninguna mano
sujeta la bici que monto)
Ahora no puedo dejar de pensar:
padre, yo no estoy muerta
pero también me pierdo muchas cosas.
Ya no estoy enfadada contigo.
Cada vez que te pienso
es domingo por la mañana.
Me llevas sobre los hombros
y yo sé que vas a invitarme
a un batido de chocolate
en el bar de la barra de zinc.
Después tu mano grande se abrirá
frente a mis ojos, y me mostrará el tesoro:
una chapa de mirinda y otra de pepsi.
Cuarenta años para descubrir
que allí estaba todo ya dicho.
se ha muerto solo
(acompañar en la muerte
es el mejor bálsamo
para la culpa)
Lo segundo que pensé:
no me ha devuelto
mi última llamada
(nunca nos planteamos
que el deseo de independencia
también puede ser hereditario)
Lo tercero: ya no tengo padres
(y al mirar atrás descubrí
que hace ya mucho tiempo
que ninguna mano
sujeta la bici que monto)
Ahora no puedo dejar de pensar:
padre, yo no estoy muerta
pero también me pierdo muchas cosas.
Ya no estoy enfadada contigo.
Cada vez que te pienso
es domingo por la mañana.
Me llevas sobre los hombros
y yo sé que vas a invitarme
a un batido de chocolate
en el bar de la barra de zinc.
Después tu mano grande se abrirá
frente a mis ojos, y me mostrará el tesoro:
una chapa de mirinda y otra de pepsi.
Cuarenta años para descubrir
que allí estaba todo ya dicho.
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7 comentarios:
Muchas gracias.
El título del poema es Mi padre se llamaba Daniel, aunque reconozco que me gusta éste que has elegido.
Gracias y un abrazo,
Ana
Perdona, Ana. Quien nos remitió el poema no nos dijo el título. Como blogger exige que pongamos un título, normalmente elegimos un breve fragmento del poema para titularlo. Es un honor para nosotros que visites nuestra antojolía. (Antojolía, que no antología, porque siempre ponemos los poemas que se nos antojan... ja, ja).
Otro abrazo para ti.
El mejor maquillaje es una sonrisa sincera.
Se corta una rama verde.
Se siembra y vuelve a crecer.
Pero el que a su madre pierde,
ya nunca la vuelve a ver.
La realidad es un colosal despliegue de efectos cuyas causas, en su mayor parte, desconocemos.
Muchos no nos sentimos de este mundo. Tan sólo vivimos en él.
De la misma forma que la urbanidad es una apariencia de virtud (ser cortés es conducirse como si se fuera virtuoso), toda virtud es una apariencia de amor: ser virtuoso es actuar como si se amara. A falta de ser virtuosos, lo aparentamos, y eso es lo que se llama urbanidad. A falta de saber amar, lo aparentamos, y eso es lo que se llama moral.
(COMTE)
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