sábado, 9 de julio de 2011
Malos recuerdos (por Antonio Gamoneda)
Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.
Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.
Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).
Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.
Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
"¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero…"
Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
"Tu madre que te quiere."
No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.
Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.
Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.
Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).
Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.
Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
"¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero…"
Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
"Tu madre que te quiere."
No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.
Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
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8 comentarios:
Antes caen las techumbres que las costumbres.
Tantas cosas que estuvieron a punto de pasar… y no pasaron. Tantas cosas que se quedaron fuera, sin traspasar el umbral. Tantas cosas que no pasaron, que por muy poco quedaron a otro lado de la puerta.
Del amor al desamor hay sólo un paso: el paso... del tiempo.
Mi buen amigo
apenas un humito
del crematorio.
(SANMARTÍN)
Leído en un folleto de vinos del Lidle:
"...aroma potente, floral, con notas a miel, fruta escarchada y hierbas de tocador...".
¡¡¡¡¡¡Hablando de vinos!!!!!! Hay que joderse.
A ver, Pablo, que la publicidad vende ilusiones. Y por supuesto que ningún vino sabe a nada de eso. Es pura pirotecnia palabril que, bien mirado, no engaña a nadie.
Pues yo una vez tomé un vino con postgusto a jazmín. De hecho, luego me comí un bocata de jazmines y sabía igual.
Sea un hombre necio,
rudo labrador,
los dineros le hacen
hidalgo y sabedor.
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