viernes, 29 de julio de 2011
Pero nadie me dice quién fui yo (por Miguel Labordeta)
Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
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7 comentarios:
Rebuscando estos días en los armarios de una madre que ahora vive en un geriátrico (extraviada la razón por senderos que confluyen casi siempre en la remota juventud), estoy en una situación anímica semejante a la que cuenta Labordeta.
He visto cuadernos escolares míos de cuando iba a la escuela primaria. Y un caballo torpemente dibujado -con esa desproporción que hace que los niños representen los árboles con tronco casi tan grueso como la copa- me ha impactado tal que si una coz de aquellos cascos de grafito me golpeara en el pecho.
(Hwe,mf)
Aunque tú no lo sepas, amigo F., o no quieras saberlo, eres un poeta.
Traduzco tus siglas: Happy weekend, my friend.
(Today I´ll begin my holydays, but I´ll try to be in touch with the blog... and with you)
Los críticos literarios son como los viejos. Saben todo del amor, pero no pueden hacerlo.
(de un comentario ANÓNIMO publicado en el blog Café Arcadia)
Ahora sí que estamos bien:
sobre mojado, llovido.
Por escapar de una pena
otra mayor me ha venido.
Con soldaditos
de carne y hueso juega
Napoleón.
(CUQUI COVALEDA)
Yo no sé si me quieres
o si me olvidas.
Lo que yo sé es que vivo
cuando me miras.
Sartén pequeña,
me dice que hoy también
comeré sola.
(SUSANA BENET)
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