martes, 5 de julio de 2011
Te ofrezco (por Jorge Luis Borges)
¿Con qué puedo retenerte?
Te ofrezco estrechas calles, atardeceres desesperados, la luna de los suburbios derruidos.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha visto mucho tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis hombres muertos, los fantasmas que los vivos han honrado en bronce: el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas atravesaron sus pulmones, barbado y muerto, fue envuelto por sus soldados en cuero de vaca; el abuelo de mi madre—con tan sólo veinticuatro años—encabezando una cargada de trescientos hombres en Perú, ahora fantasmas en caballos esfumados.
Te ofrezco cualquier acierto que mis libros puedan encerrar, cualquier virilidad o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el centro de mí mismo que salvé de algún modo—el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños y está intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista al atardecer, años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti mismo, teorías sobre ti mismo, autenticas y sorprendentes noticias de ti mismo.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; trato de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.
Te ofrezco estrechas calles, atardeceres desesperados, la luna de los suburbios derruidos.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha visto mucho tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis hombres muertos, los fantasmas que los vivos han honrado en bronce: el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas atravesaron sus pulmones, barbado y muerto, fue envuelto por sus soldados en cuero de vaca; el abuelo de mi madre—con tan sólo veinticuatro años—encabezando una cargada de trescientos hombres en Perú, ahora fantasmas en caballos esfumados.
Te ofrezco cualquier acierto que mis libros puedan encerrar, cualquier virilidad o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el centro de mí mismo que salvé de algún modo—el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños y está intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista al atardecer, años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti mismo, teorías sobre ti mismo, autenticas y sorprendentes noticias de ti mismo.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; trato de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.
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9 comentarios:
Uno sólo puede ofrecer su pequeña verdad: Dichoso aquél cuya fama no brilla más que su verdad (TAGORE).
Los médicos tienen dos clases de letra: una ilegible, para sus recetas; y otra, perfectamente legible y clara, para sus facturas.
(SCHOPENHAUER)
Desde Santurce a Bilbao
vengo por toda la orilla
con la falda arremangada
luciendo las pantorrillas.
Con rabia el perro, muerde hasta a su dueño.
Los funcionarios son como los libros de una biblioteca. Los que están en lo más alto son los más inútiles.
(TRENET)
No sé en el campo,
pero en El Corte Inglés
llegó el otoño.
Tenía las ideas muy claras.
¡Lástima que tanta luz
no le dejara ver nada!
Perdón, tengo una pregunta
Que tipo de poema es este??
You must see:Fnafhs
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