miércoles, 26 de octubre de 2011
Prefiero las rosas (por Fernando Pessoa)
A la patria, amor mío, prefiero las rosas,
y antes amo a las magnolias
que a la gloria y la virtud.
Con tal que la vida no me canse, dejo
a la vida pasar por mí
siempre que yo permanezca igual.
¿Qué importa para aquél a quien ya nada importa
que uno pierda y otro venza,
si la aurora despunta siempre,
si cada año con la primavera,
las hojas aparecen
y cesan con el otoño?
Y lo demás, las otras cosas que los humanos
suman a la vida,
¿qué me aumentan en el alma?
Nada, salvo el deseo de indiferencia
y la confianza muelle
en la hora fugitiva.
y antes amo a las magnolias
que a la gloria y la virtud.
Con tal que la vida no me canse, dejo
a la vida pasar por mí
siempre que yo permanezca igual.
¿Qué importa para aquél a quien ya nada importa
que uno pierda y otro venza,
si la aurora despunta siempre,
si cada año con la primavera,
las hojas aparecen
y cesan con el otoño?
Y lo demás, las otras cosas que los humanos
suman a la vida,
¿qué me aumentan en el alma?
Nada, salvo el deseo de indiferencia
y la confianza muelle
en la hora fugitiva.
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8 comentarios:
Y todos los días sale el sol, chipirón. (Perdón por la apostilla, sin duda impropia de este buen poema).
Para las estrellas, para las galaxias, para el universo en general los humanos (y todos los demás seres conscientes que habitan este planeta del extrarradio de la Vía Láctea) no somos nada más (nada más importante ni significativo) que el polvo, las rocas, el viento, la arena... Nuestra conciencia y todo lo que ésta comporta no tienen ningún valor especial, ningún "plus" de importancia. Es algo que les trae completamente al pairo.
Tal parece que vuesa merced, bachiller Sansón Karratskhoh, atribuye a los inertes astros la capacidad sublime de pensar, y que desde las celestes esferas do el Creador tuvo a bien emplazarlos, proyectaran látigos de conciencia sideral, a modo de las protusiones ígneas que el maestro Galileo acaba de descubrir que parten de la superficie del Sol, y que nos abrazaran con aquella su conciencia, haciéndonos copartícipes del misterio inescrutable de la Existencia.
Mas repare vuesa merced que inverte los términos y, supuesto ello, os hago la misma objeción que maese Carlos Marx ficiese a la Dialéctica de Hegel: que estaba puesta del revés; que lo primero era la materia y no el espíritu.
Así vuesa merced concede a la materia inanimada la capacidad de conmisarase de nosotros los mortales y de reflexionar cuán común es la naturaleza que nos concierne, siendo como es que sólo las criaturas humanas pueden hacer tamañas filosofías.
Lo que no empece para que vos tengáis razón cuando afirmáis que no somos más que...polvo de estrellas.
Alégrome, señor Quijano, de retomar con vuesa merced viejos coloquios de antaño. Y quisiera decirle que no deja de sorprenderme, pese a la obviedad del caso, que los planetas, estrellas, constelaciones y galaxias tengan, a lo que se ve, menos autoconciencia que una rana o, si me apura, que un mosquito. Y que, salvo que por ahí haya inteligencias que desconocemos y no tienen a bien manifestarse, el universo entero parezca estar desprovisto de sapiencia. A vuesa merced le sorbió el seso la mucha lectura de libros de caballerías, mas es el caso que los planetas e incluso el Astro Rey carecen de sesura, mucha poca, que pudiera serles sorbida. En verdad, señor caballero, que todo esto aparenta extraño suceso y diría yo, parafraseando a vuesa merced, que pudiera ser obra de encantamiento u otra suerte de superchería.
Yo soy el aventurero.
El mundo me importa poco.
Cuando una mujer me gusta,
me gusta a pesar de todo.
Me gustan las altas y las chaparritas,
las flacas, las gordas y las chiquititas,
solteras y viudas y divorciaditas.
Me encantan las chatas de caras bonitas,
me gustan las suegras que no son celosas,
me encantan las chatas poco resbalosas
que tengan mamases muy buenas señoras.
Me encantan las gordas retejaladoras
que tengan maridos que no sean celosos,
que tengan sus novios cara de babosos.
Me encanta la vida, me gusta el amor.
Soy aventurero revacilador.
A los políticos, como a los calzoncillos, hay que cambiarlos de vez en cuando. Y por la misma razón.
Si te caes siete veces, levántate ocho.
(proverbio hebreo)
Cuando el alma de un hombre nace en este país, se encuentra con unas redes arrojadas para retenerla, para impedirle la huida. Me estás hablando de nacionalidad, de lengua, de religión. Estas son las redes de las que yo he procurado escaparme.
(JOYCE)
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