lunes, 10 de octubre de 2011
Va pisando la tierra (por William Shakespeare)
Los ojos de mi amada no parecen dos soles
y el coral es más rojo que el rojo de sus labios.
La nieve sí que es blanca, y no sus senos.
Si el cabello estuviera hecho de alambres, los de ella serían negros.
He visto rosas rojas, blancas y adamascadas,
pero nunca las encuentro en sus mejillas.
Y en algunos perfumes existe más deleite
que en el aliento dulce que emana de mi amada.
Adoro oír su voz y aun así entiendo
que la música tiene un sonido más grato.
No he visto caminar por la tierra a una diosa
pero al andar mi amada va pisando la tierra.
Y sin embargo pienso que mi amor vale más
que todas esas falsas metáforas.
y el coral es más rojo que el rojo de sus labios.
La nieve sí que es blanca, y no sus senos.
Si el cabello estuviera hecho de alambres, los de ella serían negros.
He visto rosas rojas, blancas y adamascadas,
pero nunca las encuentro en sus mejillas.
Y en algunos perfumes existe más deleite
que en el aliento dulce que emana de mi amada.
Adoro oír su voz y aun así entiendo
que la música tiene un sonido más grato.
No he visto caminar por la tierra a una diosa
pero al andar mi amada va pisando la tierra.
Y sin embargo pienso que mi amor vale más
que todas esas falsas metáforas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
16 comentarios:
Vaya lección de don Guillermo, viejo de más de 4 siglos, a todos esos poetas cursis, modernistas y relamidos que han venido después. A ver si os enteráis...
Oh, Shakespeare in love
Grande es el talento de Guillermo Desesperares: pone a la luz del sol la entretela del jubón que le ciñe el su pecho de poeta y fluye de él un aroma acre de hidalgo tardo en mudarse la camisa. Estoy por aventurar que los lindres habitan la espesura del cabello y que las uñas ha de tener de luto y harto descuidadas. Está flaco, duerme poco, bebe más.
El tabuco en el que mora desconoce el jabón y el estropajo. Apenas un retazo del cielo gris se alcanza a ver por un ventano, que proyecta un cuadrilátero de luz mortecina sobre el tablón a medio desbastar en que labora el poeta. Huele a col, a tocino rancio, a orines.
Acaba de irse su amado amigo; aún la huella del cuerpo juvenil permanece en el embozo de la cama.
Termina al fin el poema que le tiene absorto, deja la pluma enhiesta en el tintero, acaríciase el lóbulo de la oreja, el mirar perdido y pensativo. Vuelve a tomar la pluma y enmienda sobre el papel lo escrito: donde pecho puso, queda senos; donde dios, resulta diosa; tórnase en amada amado.
Vive Dios que el gran Desesperares está fervientemente enamorado.
Y yo, de doña Dulcinea de amor enajenado.
Y ahora han hecho una película que vuelve con la manida conjetura de que Shakespeare fue un actorcillo de teatro sin apenas cultura al que otra u otras personas de la aristocracia inglesa usaron para publicar, a su nombre, tragedias y sonetos, debido a que en aquella época escribir teatro y poesía no estaba bien visto entre la alta sociedad. A mí me cuesta trabajo creerlo, pero también es verdad que a estas alturas, en España, seguimos sin saber a ciencia el autor del Lazarillo de Tormes, quién escribió la Celestina bajo el pseudónimo de "Fernando de Rojas", o quién fue el plagiador de Cervantes que redactó el Quijote apócrifo bajo la rúbrica de Fernández de Avellaneda.
Pues considere vuesa merced que lo mesmo dicen de Homero algunos procaces iconoclastas, que llegan al dislate de sostener que el prodigioso aeda ciego de los hexámetros gloriosos no es el paridor de las epopeyas que sabemos, sino que aquellas son la decantación secular de rapsodas analfabetos que, unos podando y otros añadiendo versos, declámanlos de viva voz, y que sólo después de larga singladura por la áspera Hélade son vertidos al pergamino.
Haylos que niegan la propia existencia del gran vate. De ser cierto tal prodigio, habría de hacer removerse la convicción de los que ponen en duda que haya dioses, pues que sin una mente rectora que así lo disponga y lo acomode, sería cosa inaudita que se obrara tal maravilla.
Vale.
Pero también todo el romancero es anónimo, y el cantar de Mío Cid, y los demás cantares de gesta. Las 1.001 Noches fueron escritas por muchas manos, y otro tanto cabe decir de la Biblia (no es que quiera comparar una cosa con otra). Incluso los evangelios del Nuevo Testamento, que (creencias religiosas aparte) tienen un innegable valor literario, no se sabe quiénes los escribieron (los llamados Marcos, Mateo, Lucas y Juan no fueron apóstoles de Jesús, en contra de lo que muchos creen). Se ve que en otro tiempo eso de la autoría no era tan importante. Ahora con Internet pasa algo parecido: mucha gente escribe anónimamente, sin firmar con su nombre: yo mismo, Vd mismo. (Total, no se devengan derechos de autor...)
Bien hacéis, si como decís no se trata de hacer parangón de una cosa con las otras.
Porque si en el relato de las fazañas de Mío Cid alguien metiese la podadera y quedaran incógnitas partes enteras de tan memorables hechos, no por ello iba a resentirse la narración en su conjunto.
Suprímanse partes enteras de los cuentos que ficieron los moros para solaz de emires indolentes y nadie echará de menos tal o cual parte cercenada.
Suprímanse los Evangelios de Lucas y nada va a importar, que ahí quedan los de Marcos, Juan y Mateo que vienen a decir lo mesmo.
Pero, ay, húrtese al mundo un solo ceño de Aquiles, una insidia de Odiseo, una mirada de Elena, un furor del bruto Ayax, las aprensiones de Andrómaca, una lágrima de Príamo..., y todo el edificio colosal de la Ilíada se habría de desplomar con estrépito, y hoy no sería sino un montón de cascotes, solar de retamas y lagartos.
Quien hace un cesto, hace ciento.
Caballo que se desmanda
lo domina un buen jinete.
La mujer que se desboca
no hay hombre que la sujete.
No penetres demasiado hondo en el corazón de un amigo, no sea que también encuentres egoísmo.
La estrategia del calamar: echar tinta y enturbiar.
Manos esclavas
han revuelto esa tierra
han sembrado esa tierra
han exprimido esos tallos
han cuajado ese jugo
para que el ilustre extranjero, acorazado con
el vocabulario y los andariveles de su época,
lance al fondo el delicioso terrón, agite la
esbelta cucharilla,
y beba.
(REINALDO ARENAS)
La verdadera ciencia enseña, por encima de todo, a dudar y a ser ignorante.
(UNAMUNO)
Ya tienen tu nombre todos
los chopos de la ribera.
Se lo he escrito con la punta
de mi navaja campera.
De niño te pasabas horas y horas
sentado en la ribera del Spoon turbio.
Los ojos fijos en la entrada de la guarida,
esperando que el cangrejo de río
saliera y se arrastrara por la orilla arenosa.
Veías primero sus antenas trémulas,
briznas de paja al viento.
Luego su cuerpo de color de greda,
adornado por ojos negro-azabache.
Como en trance te preguntabas:
qué sabe, qué desea, para qué vive el cangrejo.
Más tarde dirigiste la mirada
hacia hombres y mujeres
ocultos del destino en sus guaridas
de las grandes ciudades
y esperaste que salieran sus almas
para ver cómo
y con qué objeto viven
y para qué se arrastran con tanto afán
por la orilla arenosa en la que falta el agua
cuando termina el verano.
(EDGAR LEE MASTERS)
Si canto me llaman loco
y si no canto, cobarde.
Si bebo vino, borracho;
si no bebo, miserable.
Publicar un comentario