Lo difícil de mi cara brota de un corazón
alérgico a la nada.
Desde que me apropié de aquel atardecer que
nunca tuvo algo que ver con las estrellas
duermo con una grieta incómoda entre los brazos
y el alma anudada a relojes detenidos.
Aún hoy, por momentos, soy un pozo por donde
se siguen yendo mis cosas.
Pero permanezco erguida entre la fuerza
del horizonte claro: me falta saber cuál es
la mirada de ojos cerrados, pisar el tramo superior
de la escalera de incendios, y vivir esa transmutación de lo imposible en posible
que el mismísimo amor
ha reservado para nombrarme.
4 comentarios:
Gracias por vuestra maravillosa selección diaria!
De nada, amigo o amiga. Un fuerte abrazo.
Es difícil encontrar más vacuidad, pirueteo verbal y palabrería hueca que los que hay en toda crítica o reseña de un libro de poesía.
(MARIMAR AGUAYO)
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