miércoles, 22 de agosto de 2018
La noche que morí (por Randall Jarrell)
No fue el morir: todos mueren.
No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidentes rutinarios—y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas,
y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas a cincuenta millas de distancia.
Cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas que nunca vimos.
Morimos como hormigas o perritos extranjeros.
(Cuando salimos de la escuela nada había muerto que nos hiciera comprender que podíamos morir así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones, bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos remolcados, esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a ser relevos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
(por un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos quedaron
con los de la gente que matamos sin conocerla.
Cuando durábamos lo suficiente, nos daban medallas;
cuando moríamos decían “Nuestras bajas fueron pocas”.
Dijeron “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.
No fue el morir, no, no el tener que morir;
pero la noche que morí, soñé que estaba muerto,
y las ciudades me dijeron “¿Por qué estás muriendo?
Estamos conformes, si tú lo estás”. Pero ¿por qué morí yo?
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5 comentarios:
Déjame en paz, memoria; no me cuentes mi vida.
(MIGUEL D' ORS)
Para salir de la duda y averiguar si, en efecto, el que dice algo expresa su intimidad individual - su conviccion, etc. -, es preciso abandonar el significado de las palabras y fijar en el tono de la voz, en el acento emotivo con que son pronunciadas, en el resto de la fisonomía; en suma, es preciso atender a lo que el lenguaje tiene de gesto, de no significante, de inintelectual.
Conste, pues, que "significación" y "expresión" son dos cosas, más aún que diferentes, opuestas. Expresa lo que no significa, significa lo que no expresa.
(ORTEGA Y GASSET)
lo que hablas
deja caer
un pájaro
y le soy nido
(GELMAN)
Necesitamos llegar a adultos para entender que los adultos no existen: que sólo hay niños crecidos, niños y niñas entrados en años.
(RAFAEL BALDAYA)
Tendemos a dar tratamiento antropomórfico a realidades que nos superan. Como si éstas hubieran de ajustarse a nuestros esquemas terrícolas y cerebrales. Esas realidades no es que no quepan en nuestra mente, sino que son refractarias e incompatibles con ella.
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