En un prendedor de plata
la antigüedad de la herrumbre
Este recubrimiento vela el día
en que salió a la luz de la novedad
un objeto
destinado a la oscura pátina.
Debe de haber
deidades o demonios que manipulen el tiempo
y digan: “Todo
nace para ofrendarse a la erosión.
Sólo nosotros
perseveramos en seguir aquí,
inmutables y crueles
como espuma que a cada instante
impone su levedad a la pesadumbre
de la roca marina,
bajo la evanescencia corrosiva
que muerde todo y demuele todo”.
Hay sustancias
para quitarle a la humilde joya
la cadena que la aprisiona
en un ayer inasible.
Ahora está “como nueva”
pero no es nueva.
En su vistosidad reluciente
se dibuja más bien un simulacro
de antigua juventud.
Por un instante se borra
la noche inmensa en donde estuvo guardado
—¿por qué incógnita historia?—
este objeto.
Al tocarlo siento la piel
de la muchacha que por primera vez se lo puso.
¿Cuándo?
Digamos por decir algo
mil novecientos treinta y nueve.
El tacto me permite verla hermosísima
en un baile del Ciro´s o el Country Club
o en el Hotel Montejo que se llevó el terremoto.
Ya no está aquí la muchacha.
Los lugares también se fueron.
Todo ese mundo
ya se ha desvanecido como hoy se disipa este otro
que mientras tanto se va cubriendo de pátina.
5 comentarios:
Bonito oficio,
pasar y hacer pasar,
el que hace Cronos.
Como representante del gremio de restauradores de edificios del noroeste de España, he de manifestar mi reproche y mi protesta al señor Pacheco pues, según él, es preferible la roña y la mugre que afea nuestros edificios y monumentos a una limpieza a fondo que los deje como nuevos. Además, con la subsiguiente pérdida de puestos de trabajo que ello conllevaría -de hacerle caso-, por un prurito de autenticidad y no sé que otras zarandajas. Quede patente mi protesta: hay cierta poesía antisocial y peligrosa.
Los que nunca varían de opinión se aman a sí mismos más que a la verdad.
(JOUBERT)
Anduve por la raíz de la lluvia
hasta esta casa sucia y corroída.
La humedad cubre las paredes,
el polvo domina el aire.
La tarde anticipa la noche
y en lo oscuro trabajará el óxido
en llaves y herrajes.
Y es amargo
el pan con que me alimento.
Y es turbia el agua que bebo.
Y la voz que oigo, o creo oír,
parece llegar del otro lado del mundo
y apenas si proviene del cuarto contiguo,
vacío, y no es sino una falla
en el apretado tejido del silencio.
(Afuera y a lo lejos,
un perro ladra a la lluvia,
la lluvia lo moja, con saña, con indiferencia).
(CARLOS BARBARITO)
El envejecimiento de mi cuerpo y mi figura
es herida de terrible puñal.
Ya no resisto más.
A ti recurro, Arte de la Poesía,
que algo sabes de remedios,
intentos de calmar el dolor mediante la Imaginación y el Verbo.
Es herida de terrible puñal.
Tráeme tus remedios, Arte de la Poesía,
y haz —por un instante— que no sienta la herida.
(KAVAFIS)
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