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sábado, 24 de noviembre de 2018

Casida de la mano imposible (por Federico García Lorca)


Yo no quiero más que una mano;
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal.
Sería una paloma amarrada a mi corazón.
Sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.


4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

Con una Mano de verdad, con una Mano amada a la que asirse..., ¿qué importan los desastres de fuera, las catástrofes periódicas, los probables terremotos?

Fuego de palabras dijo...

Haz una llave, aunque sea pequeña,

entra en la casa.

Consiente en la dulzura, ten piedad

de la materia de los sueños y de las aves.


Invoca el fuego, la claridad, la música

de los flancos.

No digas piedra, di ventana.

No seas como la sombra.


Di nombre, di niño, di estrella.

Repite las sílabas

donde la luz es feliz y se demora,


vuelve a decir: hombre, mujer, niño.

Donde la belleza es más nueva.

(DE ANDRADE)

cajón desastre dijo...

quiero parar, clavar los ojos en las cosas, verlas a ellas; pero las traspaso sin querer, son sólo un cristal para mí, les veo lo de detrás ¡ay! a través de ellas.

(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)

Lloviendo amares dijo...

Te informo sobre la situación en casa, por si te interesa.
La persiana de nuestro dormitorio se trabó arriba y se niega a bajar.
Las puertas del armario bostezan de noche y de día.
La parte de tu lado de la cama se muere de aburrimiento.
Una banda de polillas insensatas se comió la cortina azul.
Cuelgan de todos los cajones lenguas de trapo sedientas.
Las toallas que olvidaste en el suelo envejecieron precipitadamente.
Los lirios de plástico que habías puesto sobre el calefactor se marchitaron.
No quiero exagerar, pero alguno de los Rolling Stones humedeció
con sus lagrimas la pared donde pegaste el póster.
El cielorraso se descascara pidiendo que vuelvas.
(Y de mi corazón
mejor no hablemos)


(JOSÉ SBARRA)