Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de los besos.
El tiempo inevitable se desbordaba
sobre el abrazo inútil.
Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la soledad ya inmediata.
Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.
Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.
Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.
Tarde que dura vívida como un sueño
entre las otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando
noches y singladuras.
6 comentarios:
Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa...
Ay, amor, sin ti mi cama es ancha...
Sin ti, amor, me queman los recuerdos...
A menudo la ausencia está demasiado presente...
Sí: todo poema es un déjà vu, un déja vécu.
Duele la partida, como duelen todas las encrucijadas con las que nos abruma la vida.
Ya no estás pero,
en el peine, enredados,
aún tus cabellos.
(RAFAEL BALDAYA)
Qué susto, amigos. En una primera lectura leí el segundo verso del haiku sin una i.
Es increíble que no exista la palabra inertidad (ni inertitud, ni inertitez...). Consulté el diccionario de la RAE y no existe. ¿Cómo puede ser?
(ISIDORO CAPDEPÓN)
La muerte es buena y generosa seleccionando personal. Todos los candidatos -no importan su expediente, ni su cualificación, ni su currículum-, todos-todos-todos ellos son admitidos.
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