domingo, 14 de agosto de 2016
La lluvia sonaba (por Fernando Pessoa)
Toda la noche, y durante horas, el chirriar de la lluvia ha bajado. Toda la noche, conmigo entredespierto, la monotonía fría me ha insistido en los cristales.
Ora un jirón de viento, en un aire más alto, azotaba, y el agua ondeaba en sonido y pasaba unas manos rápidas por la ventana; ora con un sonido sordo sólo hacía sueño en el exterior muerto. Mi alma era la misma de siempre, entre sábanas como entre gentes, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba el día como la felicidad: a aquella hora parecía que también indefinidamente.
¡Si el día y la felicidad no llegasen nunca! Si esperar, cuando menos, pudiese ni siquiera tener la desilusión de conseguir.
El ruido casual de un carro tardío, saltando áspero sobre las piedras, crecía desde el fondo de la calle, hacia el fondo del vago sueño que yo no conseguía del todo.
Batía, de cuando en cuando, una puerta de la escalera. A veces había un chapotear líquido de pasos, un rozar por sí mismas de ropas mojadas. Una u otra vez, cuando los pasos eran más, sonaba alto y atacaban. Después, el silencio volvía, con los pasos que se apagaban, y la lluvia continuaba innumerablemente.
En las paredes oscuramente visibles de mi cuarto, si abría yo los ojos del sueño falso, flotaban fragmentos de sueños por hacerse, vagas luces, trazos oscuros, cosas de nada que trepaban y bajaban. Los muebles, mayores que de día, manchaban vagamente el absurdo de la tiniebla. La puerta era indicada por algo ni más blanco ni más negro que la noche, pero diferente. En cuanto a la ventana, yo sólo la oía.
Nueva, fluida, variable, la lluvia sonaba. Los momentos se retrasaban ante su sonido. La soledad de mi alma se ensanchaba, se arrastraba, invadía lo que yo sentía, lo que yo quería, lo que yo no iba a soñar. Los objetos vagos, participantes, en la sombra, de mi insomnio, pasaban a tener lugar y dolor en mi desolación.
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3 comentarios:
No juegues con las profundidades de los otros.
Aunque pasen por los mismos sitios, son dos caminos distintos el de ida y el de vuelta.
(proverbio croata)
Nadie desea la tempestad, ¡esto es cierto!
Y, en cambio tú, blanca vela ahí fuera en el mar,
en lo hondo del corazón esperas que llegue la tempestad.
Porque sólo durante la tempestad
logras estar viva.
¡Oh, blanca vela paciente y nostálgica en el gran mar azul!
La lucha ha empezado.
Mi mirada no se aparta de ti.
Entre la hierba, bajo mis pies,
incluso una brisa suave es tempestad.
(KO UN)
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