El examen de sus documentos personales,
agendas y cuadernos que llevaba consigo
o servilletas llenas de mapas y garabatos,
podrían mantener ocupado durante décadas
a algún pobre diablo con alma de detective.
Y sin embargo no llegarían a revelar mucho
sobre la vida del hombre en cuestión.
Una vida así derrochada entre esos papeles
tendría como único saldo tangible al fin
la acumulación de más documentos y comentarios,
un tesoro documental anexado al primero
a la espera de nuevos comentaristas.
Date una vuelta por el lugar donde vivió
y tratá si podés de alejar los ojos
de la torre de agua que preside horrenda,
igual que un espantapájaros, la zona.
Tal vez después de esa pequeña excursión
no estés más cerca de ninguna clave,
pero al menos podés sentir a la vuelta
una especie de empatía mientras mirás desde la autopista
adefesios de hormigón, fábricas y hoteles que ensayan sin mucho éxito
tibios gestos de seducción hacia los viajeros,
y decir: este era al fin, más que nada, uno de los nuestros.
4 comentarios:
No hay hombre medio. No hay (propiamente dicho) ciudadano de pie. De cerca nadie es normal del todo.
Cada hombre es un abismo, y cada mujer lo mismo.
O mundo e un pote,
a testa un potiño
donde cada un
ferve o seu caldiño.
Lo más nuevo que hay es el periódico del día. Y lo más viejo, el mismo periódico pero al día siguiente.
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