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lunes, 1 de enero de 2018

No sabría decir nada (por Adam Zagajewski)


Acerca de mi madre no sabría decir nada,
cómo repetía vas a lamentarlo
cuando ya no esté, y yo no creía
ni en ya ni en no esté,
cómo me gustaba mirarla leyendo una novela de moda,
yendo directamente al último capítulo,
cómo en la cocina, donde pensaba que no era un lugar
adecuado para mí, preparaba el café del domingo,
o, lo que era aún peor, un filete de bacalao,
cómo esperaba a que llegaran los invitados y se miraba
al espejo, haciendo aquella cara que la protegía tan bien
de mirarse cómo era realmente (por lo que parece, eso
lo cogí de ella, igual que otras debilidades),
cómo hablaba con soltura de las cosas
que no eran su fuerte, y cómo tontamente
la hacía rabiar, como aquel día que se comparó
con Beethoven, al perder el oído,
y yo le dije, cruel, pero sabes, él
tenía talento, y cómo me lo perdonaba todo
y cómo lo recuerdo todo, y cómo volé de Houston
a su entierro y no supe decir nada.
Y sigo sin saberlo.


4 comentarios:

Ignatius Reilly dijo...

Cierro los ojos. Hay un mundo sordo, hay una grieta por la que los muertos traspasan la frontera.

(TRANTRÖMER)

hAiKu dijo...

Nunca en el coche
Gustavo Adolfo Bécquer
pone la radio.

(CUQUI COVALEDA)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Todas las mujeres tienen
en el pecho dos limones
y dos cuartas más abajo
la cueva de los leones.

casa de citas dijo...

Uno de los signos que más acusan cambio de clima espiritual es la constante degradación de lo cómico y su concomitante embrutecimiento de la risa. La verdad es que nunca ha habido en el mundo, como hay en nuestros días, tantas gentes que parezcan rebuznar cuando ríen.



(MACHADO)