zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 31 de julio de 2012

Dame una mentira (por Luis Benítez)


Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad
con su pisada grave y significativa,
que espante de mí los pájaros negros y los gusanos
que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo
y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí,
ser uno con la mujer y amarla sin destruirse.
Algo que dure un momento y venga de tus labios,
para que yo me esconda y los altivos y los necios no me vean.
Detrás de esos frágiles decorados vivirá feliz y pequeñito,
lejos del tedio y de los ojos que escrutan en la noche.
Sin miedo al silencio y a las fieras,
luego que la mentira fuese pronunciada,
como por un hechizo efímero correrían los talones del infortunio
y ni él, ni la miseria, pescarían ya nada en mis sentidos embotados.
La angustia del hombre ardería como bruja-fénix
y estos ojos y estas pobres manos que rezan sin llegar
al rabo de Dios en las alturas, arrojarían al suelo,
deshecho, el viejo corazón de la amargura,
contentos en su careta nueva.
Dame una mentira enorme,
que haga girar al revés el tiempo en los relojes
y arrúllame en ella,
hasta que en mis labios aparezca
la helada sonrisa del idiota.


lunes, 30 de julio de 2012

Y nada está seguro de sí mismo (por Jaime Torres Bodet)


Un hombre muere en mí siempre que un hombre

muere en cualquier lugar, asesinado

por el miedo y la prisa de otros hombres.



Un hombre como yo; durante meses

en las entrañas de una madre oculto;

nacido, como yo,

entre esperanzas y entre lágrimas,

y -como yo- feliz de haber sufrido,

triste de haber gozado,

hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.



Un hombre que anheló ser más que un hombre

y que, de pronto, un día comprendió

el valor que tendría la existencia

si todos cuantos viven

fuesen, en realidad, hombres enhiestos,

capaces de legar sin amargura

lo que todos dejamos a los próximos hombres:

El amor, las mujeres, los crepúsculos,

la luna, el mar, el sol, las sementeras,

el frío de la piña rebanada

sobre el plato de laca de un otoño,

el alba de unos ojos,

el litoral de una sonrisa

y, en todo lo que viene y lo que pasa,

el ansia de encontrar

la dimensión de una verdad completa.



Un hombre muere en mí siempre que en Asia,

o en la margen de un río

de África o de América,

o en el jardín de una ciudad de Europa,

una bala de hombre mata a un hombre.



Y su muerte deshace

todo lo que pensé haber levantado

en mí sobre sillares permanentes:

La confianza en mis héroes,

mi afición a callar bajo los pinos,

el orgullo que tuve de ser hombre

al oír -en Platón- morir a Sócrates,

y hasta el sabor del agua, y hasta el claro

júbilo de saber que dos y dos son cuatro...



Porque de nuevo todo es puesto en duda,

todo se interroga de nuevo

y deja mil preguntas sin respuesta

en la hora en que el hombre

penetra -a mano armada-

en la vida indefensa de otros hombres.

Súbitamente arteras,

las raíces del ser nos estrangulan.



Y nada está seguro de sí mismo

ni en la semilla en germen, ni en la aurora la alondra,

ni en la roca el diamante,

ni en la compacta oscuridad la estrella,

¡cuando hay hombres que amasan

el pan de su victoria

con el polvo sangriento de otros hombres!

domingo, 29 de julio de 2012

Los enseres de ayer con su fatiga (por Carmen Rubio)


Van cayendo las hojas del jardín;
también el calendario se deshoja.
Sólo quedan en pie
sus muros; los retratos
con los rostros de entonces,
los enseres de ayer con su fatiga,
igual que vidas rotas o libros amarillos.

El tiempo es un ritual en el que muestra
fingida lejanía.
Simula que ese tren que nos recoja,
llegará con retraso a los andenes
muy cansado, tal vez, por el viaje.

Entretanto, persiste en su silencio.
Sólo el rumor del aire que se cuela
por la estrecha rendija del postigo cerrado,
y el canto de los pájaros tardíos,
nos cuentan que en la tarde se engalana
con prendas verdiazules por el borde del mar.

Fuera se va tendiendo,
como ropa a secar, la luz por los tejados.
¡Si pudiera en la noche,
algún astro bajar a cerrarle los ojos!
Quizás, dentro del sueño
pudiera recorrer aquel camino
que traza la inocencia,
donde la luz cambiaba con nosotros
su juventud, su todo por llegar.

Sólo le queda hoy un campo sin cosecha.
La juventud perdida llama y llama
con fuerza en sus oídos.
En su rincón más hondo,
paciente, va apilando el tiempo y su ceniza.

sábado, 28 de julio de 2012

Es la hora de embriagarse (por Charles Baudelaire)


Se debe estar siempre embriagado. Todo consiste en eso;
es el único problema. 
Para no padecer el horrible fardo del tiempo 
que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo,
uno debe embriagarse infatigablemente.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea. 

Pero embriagarse.
Y si alguna vez, en la escalera de un palacio, 

sobre la hierba verde de un foso, en la soledad melancólica de su cuarto,
ustedes despiertan y la embriaguez ha disminuido o desaparecido,
interroguen al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, 

al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, 
a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenles qué hora es; 
y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán: 
¡Es la hora de embriagarse! 
¡Para no ser esclavos martirizados por el tiempo, 
embriáguense, embriáguense incansablemente! 
De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea.

viernes, 27 de julio de 2012

La noche sufre y anhela el alba (por Cesare Pavese)


También la noche se te asemeja,
la noche remota que llora,
muda, en el corazón profundo,
y las estrellas pasan cansadas.
Una mejilla toca una mejilla.
Es un estremecimiento frío, alguien
se debate y te implora, solo,
perdido en ti, en tu fiebre.

La noche sufre y anhela el alba,
pobre corazón sobresaltado.
¡Oh rostro tapado, oscura angustia,
fiebre que entristece las estrellas,
hay quien, como tú, espera el alba
escudriñando tu rostro en silencio!
Estás tendida bajo la noche
como un cerrado horizonte muerto.
Pobre corazón sobresaltado,
en un tiempo lejano eras el alba.

jueves, 26 de julio de 2012

Nunca "amor", "estoy triste" o "te echaré de menos" (por José Luis Piquero)




En mi familia no se dijo nunca “te quiero”.
Jamás oí­ decir “lo siento” a mi padre o a mi madre.
No sé si era vergüenza: una ternura demasiado estridente para enser cotidiano.
¡Incluso leer poemas! Eso sí­ que era algo sospechoso,
tanto como una mancha repentina o un suspiro o una puerta cerrada con demasiada llave.
Nunca “amor”, “estoy triste” o “te echaré de menos”, ¡podí­a uno reí­rse de esas cosas!
Entiendo que hay un pacto tácito de pudor en algunos afectos, y no obstante
yo hoy llamo a eso la incomodidad con todo lo cercano.

La amputación de lo sentimental, estoy de acuerdo, nos hace manejables los rituales difí­ciles de convivir; una pequeña argucia.
Así­ el templo: las fórmulas, nada de desgarrarse.
En el templo, en la casa, como en un hospital, es necesaria la asepsia de los gestos repetidos, seguros:
Procura ser feliz de una forma privada.

Y, como añadidura, está el saqueo
de palabras por parte de pelí­culas y canciones idiotas y esas niñas con novios revoltosos en un parque, entre arbustos enanos.

Y hay a quien gustan mucho las escenas
y tocar la guitarra sentimental de todos los salones y de todas las playas adolescentes, lánguidas igual que un veraneo despacioso,
mientras algunos más nos quedamos a solas,
bebiendo (y arrugados como estúpidos plátanos),
pensando qué decir.

En mi casa jamás se dijeron en alto las cosas importantes.
Busca hoy dentro de ti una lágrima, un gesto de ternura:
Ya se nos hizo tarde para esas tonterí­as.




miércoles, 25 de julio de 2012

Nos graduamos de adultos (por José Emilio Pacheco)


La mayoría de edad
no se alcanza por fecha de nacimiento
ni consta en los archivos oficiales.

Nos graduamos de adultos nada más
cuando alguien nos deja.

En plena juventud llega de pronto
el sabor de la muerte.

martes, 24 de julio de 2012

Con dos remos (por Mª Trinidad Pérez)


Amores se van marchando
como las olas del mar.
Amores los tienen todos,
pero ¿quién los sabe cuidar?
 
El amor es una barca
con dos remos en el mar:
un remo lo aprieta mi mano,
el otro lo mueve el azar.
 
Amores se vuelven viejos
antes de empezar a amar
porque el amor es un niño
al que hay que enseñar a andar.
 
El amor es como tierra
que hay que arar y que sembrar;
cuidarla al caer la tarde,
no la vengan a pisar.
 
¿Quién no escribió un poema 
huyendo de la soledad?
 
¿Quién a los quince años 
no dejó su cuerpo abrazar?
 
¿Y quién, cuando la vida se apaga
 y las manos tiemblan ya...,
quién no buscó ese recuerdo 
de una barca naufragar?
 

lunes, 23 de julio de 2012

Mi juventud sin amor (por Antonio Machado)

La primavera besaba
suavemente la arboleda
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil
y vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida
me he parado a meditar:
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

domingo, 22 de julio de 2012

Siéntate aquí (por Derek Walcott)


El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón,
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

sábado, 21 de julio de 2012

Así quisiera yo morir (por Anne Sexton)



La ciudad no existe

salvo allí donde un árbol de pelo negro

se remonta como una mujer ahogada hasta el cielo encendido.

La ciudad está en silencio. La noche bulle con once estrellas.

Oh, noche estrellada… Así quisiera yo



morir





Se mueve. Todas están vivas.

Hasta la luna se hincha en sus grilletes anaranjados

para apartar a los niños, como un dios, de su ojo.

La vieja serpiente invisible engulle las estrellas.

Oh, noche estrellada… Así quisiera yo



morir





bajo la impetuosa bestia del nocturno manto,

succionada por ese dragón inmenso, para separarme

de mi vida sin bandera,

sin vientre,

sin llanto.


viernes, 20 de julio de 2012

Amarillos, feroces, persistentes (por Miguel Gaya)




Durante sus correrías por África
Arthur Rimbaud era asediado
por los perros.
Amarillos, feroces,
persistentes,
trotaban y gruñían
mezclándose en la sombra del poeta.
Reproduciéndose a dentelladas
famélicas.

Todas las mañanas Rimbaud
llenaba sus bolsillos de piedras afiladas
para mantener a raya a los perros
que palpitaban
por su carroña.
Lo que iba dejando a su paso
los alimentaba.
Ruinas y hombres oscuros
rajados a latigazos
de un idioma incomprensible.

Los perros de Rimbaud lo atormentaban.
A veces lo esperaban
echados en las galerías
y lamían sus manos.
Otras
con los pelos erizados
y las fauces rojas
lo acechaban encorvados
en la oscuridad.
Nunca supo qué le producía más terror.

Los vio en África.
Los procreó en Roche.
En Marsella lo alcanzaron
y les dio de comer su pierna.

Adiós les dijo
al expirar.

jueves, 19 de julio de 2012

Guárdame en ti (por Raúl Zurita)

Amor mío: guárdame entonces en ti
en los torrentes más secretos
que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo quede algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación
de las aguas que se marchan
Y luego: cuando las grandes aves se
derrumben y las nubes nos indiquen
que la vida se nos fue entre los dedos
guárdame todavía en ti
en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende.


miércoles, 18 de julio de 2012

De Satán o de Dios, ¿qué importa? (por Charles Baudelaire)


¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
confusamente vierte la buena acción y el crimen,
por lo que se te puede comparar con el vino.


Contienes en tus ojos el poniente y la aurora;
derramas perfumes como noche de tormenta,
tus besos son un filtro y un ánfora tu boca
que hace cobarde al héroe y valeroso al niño.


¿Sales del negro abismo o bajas de los astros?
El Destino hechizado sigue tu falda como un perro;
siembras al azar la dicha y los desastres,
y todo lo gobiernas sin responder a nada.


Marchas sobre los muertos, Belleza, y te burlas de ellos;
de tus joyas el Horror no es la menos preciada,
y el Crimen, entre tus más queridos amuletos,
danza amorosamente sobre tu vientre altivo.


El deslumbrado insecto vuela hacia ti, candela.
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos la antorcha!
El amante jadeando inclinado sobre su bella
es como un moribundo que acaricia su tumba.


¿Y qué más da que vengas del cielo o del infierno,
¡oh Belleza! ¡monstruo enorme, espantoso e ingenuo!,
si tus ojos, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta
de un infinito amado que nunca he conocido?


De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿que importa, si tú haces -hada de ojos de terciopelo,
ritmo, perfume y luz, ¡oh, tú, mi única reina!-
más cortos los instantes, menos horrible el mundo?



martes, 17 de julio de 2012

Por siempre joven (por Bob Dylan)

Puede ser que Dios siempre te bendiga y proteja,
puede ser que se cumpla todo lo que deseas,
puede ser tratar bien a los otros
y dejarles que lo hagan contigo.
Es posible construir una escalera a las estrellas
y subir cada peldaño.
Es posible permanecer siempre joven.
Es posible crecer hasta ser bueno,
es posible crecer hasta ser fiel,
es posible alcanzar la verdad
y ver la luz alrededor de ti.
Es posible ser siempre valiente,
mantenerte firme y fuerte.
Es posible permanecer siempre joven.
Es posible tener siempre algo que hacer,
es posible caminar siempre a paso ligero,
es posible tener claras las ideas
cuando corran tiempos de cambio.
Es posible tener siempre un corazón alegre,
es posible hacer que tu canción se oiga siempre.
Es posible permanecer siempre joven.

lunes, 16 de julio de 2012

Sabe a poco la vida (por Gloria Fuertes)


La vida es una hora,
apenas te da tiempo a amarlo todo,
a verlo todo.
La vida sabe a musgo,
sabe a poco la vida si no tienes
más manos en las manos que te dieron.
Al final escogemos un lugar peligroso,
un pretil, una vía,
la punta de un puñal donde pasar la noche.



domingo, 15 de julio de 2012

Superficie de contacto (por Antonio Lobo Antunes)





A veces me apetece ser como Rosa Luxemburgo, que iba llorando en plena calle por la pena que le daban las personas. Claro que no lloro, soy hombre de lágrimas medidas, pero a mí también las personas me causan mucha pena.


Su vida, en la mayor parte de los casos, es tristísima. Algunas no se dan cuenta de eso: lo aceptan. Y tienen otros ojos, por detrás de éstos, de niños asustados, sin destino. En cuanto pueden se mueren, no de ninguna enfermedad en especial, sino porque se les agotó la salud. Jaurés comenzó su primer discurso, en la Asamblea francesa, con la frase


-Señores míos, ustedes viven mal


y tantos ojos por detrás de éstos a cada paso, en los restaurantes, en los hospitales, en los cines. Hace tiempo, la última vez que fui a buscar libros al correo, me puse a observar a los que estaban allí como yo, con un papelito en la mano, esperando. Mujeres, hombres, gente de toda clase: me parecieron vacíos, lentos, cansados, gastados por la desilusión de los días. Las mujeres, sobre todo, a quienes los sueños rotos les habían quitado el brillo, a quienes maltrató la desesperanza. El horror de las bodas, la pequeña tiranía cotidiana de los maridos, a quienes sólo piden que las entiendan sin necesidad de palabras.


La mansa desesperación de las empleadas detrás del mostrador, sus sonrisas desprovistas de luz. Sol allí fuera, en los árboles. Aquí lámparas. Envejecen entre lámparas encendidas, con el sol allí fuera. Los psiquiatras engordan a costa de las lámparas encendidas, ellos que no viven mejor. Venden conformismo en lugar de alegría. Adáptese al mundo, no le pida al mundo que se adapte a usted. ¿A santo de qué no se le ha de ordenar


(más que pedir)


al mundo que se adapte a nosotros? Que los parta un rayo. Los conocí bien, sé de qué hablo. "Disminución de la superficie de contacto con la realidad", dicen. Como si la realidad tuviese una superficie de contacto. Como si la realidad existiera. Existe la depresión, es un perro negro. Si no le tenemos miedo se va. ¿Qué ocurre si se apagan todas las luces encendidas con el sol allí fuera? Una de mis abuelas necesitaba algún disgusto que otro para ser feliz. Si fuésemos, al menos, como la madre de Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, el personaje de ficción más famoso junto con don Quijote. Y se merece esa fama, creo yo. Ahora bien, cuando la madre de Conan Doyle supo que su hijo quería matar a Sherlock Holmes para ocuparse de libros que a él le parecían más serios, le escribió, reprendiéndolo con dureza:


"Líbrate de hacerle ningún daño, por pequeño que sea, a una persona tan simpática y educada como el señor Holmes".


Y su hijo, qué remedio, obedeció. La señora Doyle, evidentemente, no estaba loca. Y Sherlock Holmes, evidentemente, es real: "líbrate de hacerle ningún daño, por pequeño que sea". A veces encontramos personas así, que nos reconcilian con el mundo. "Disminución de la superficie de contacto", qué estupidez. La "superficie de contacto", y vuelvo atrás, sólo disminuye si encendemos las lámparas con el sol allí fuera, si no prestamos atención, si no vemos. Por la ventana, del otro lado, ventanas negras, vacías. Una muchacha ahora, sacudiendo un paño. Más ventanas vacías. Son las doce menos veinticinco de la mañana y todas las ventanas están vacías: están trabajando, creo yo. Relojes de fichar, minúsculos odios, canseras. La vuelta, horrible, a casa, y en casa la soledad a solas o con otra persona, otra sombra. La sensación de para qué que los acompaña, fiel como el mal olor. Dios mío, cómo duele la sensación de para qué. Debería existir una persona tan simpática y educada como el señor Holmes para cada mujer. Es que aún hoy, tanto tiempo después de la muerte de Conan Doyle, en 1930, llega una media de más de cuarenta cartas semanales al 221-B de Baker Street, donde el detective vivía, dirigidas a él. "¿Disminución de la superficie de contacto con la realidad?". No: la realidad misma. La única que, con un poco de suerte, podremos habitar. Ventanas y ventanas, agosto, la paz y la sombra de las tipas. Estoy en busca de un final para este texto. Lorca


(hoy vengo cargado de citas)


pedía


"ay, terminad vosotros, por piedad, este poema"


pero no sería justo: me pagan para escribir y vosotros pagáis para leer, por lo tanto soy yo quien tiene que acabarlo. ¿Cómo? Doce menos cinco. No lo sé. En todo caso, sé que me apetece enviar una carta a Sherlock Holmes para que las lámparas se apaguen de verdad y entre el sol. Además, y en nombre de la "superficie de contacto con la realidad", estoy seguro de que me respondería.

sábado, 14 de julio de 2012

Del más puro menos (por Roberto Juarroz)

Menos que el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no tiene estrellas,
menos que el canto que perdió la música,
menos que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.

Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo transparente
del firme aprendizaje de la nada.
Y tener buen cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la farsa de ser algo.

viernes, 13 de julio de 2012

España 1937 (por W. H. Auden)


Ayer todo el pasado. El lenguaje del tamaño
extendiéndose hacia la China por las rutas de comercio,
la difusión del ábaco y de los dólmenes;
ayer el reconocimiento de las sombras en los climas soleados.

Ayer el avalúo de los contratos de seguro mediante fichas,
los augurios y profecías del agua; ayer la invención
    de las ruedas de carro y los relojes, la doma de los potros;
ayer el bullicioso mundo de los navegantes.

Ayer la abolición de las hadas y los gigantes;
la fortaleza como un águila inmóvil vigilando el valle,
         la capilla erigida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y de atemorizantes gárgolas.

El juicio, entre columnas de piedra, a los herejes;
    ayer la discusión teológica en las tabernas
            y la cura milagrosa en las fuentes;
ayer el Sabath de las brujas. Pero hoy la lucha.

Ayer la instalación de dinamos y turbinas;
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
          ayer la clásica conferencia
sobre los orígenes de la humanidad. Pero hoy la lucha.

Ayer la fe en el valor absoluto de la lengua griega;
la caída del telón sobre el cadáver del héroe;
        ayer la plegaria dedicada al atardecer,
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.

Mientras tanto, el poeta susurra, asombrado entre los pinos
o,  allí donde canta libre la cascada, compacta o enhiesta
      sobre las  rocas junto a la torre inclinada:
'Ah, sí, mis visiones. Oh, sí, envíame la suerte del marinero'.

Y el investigador espía a través de sus instrumentos
 el territorio, las provincias inhumanas, el bacilo viril
                 o al enorme Júpiter acabado:
'Pero y las vidas de mis amigos. Yo indago, indago'.


Y... los pobres en sus hogares sin fuego dejan caer las páginas
     del diario vespertino: " Nuestro día es nuestra pérdida.
 Oh, Historia múestranos al operario, al organizador, que el tiempo
         nos guiará hacia el río refrescante.

Y las naciones  combinan cada grito, invocando la vida
  que da forma al vientre individual y ordena
  en la noche los terrores privados:
'¿ No fuiste tú quien fundó la ciudad-estado de la esponja,

el que erigió  los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, y fijaste la atrevida residencia  del petirrojo?
   Intervén. Sí, desciende como una paloma o
un papá furioso o un manso ingeniero: pero desciende.'

Y  la vida, si acaso responde, contesta desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los comercios y plazas de la ciudad.

'Ah... no, yo no soy tu energía,
al menos en el día de hoy, no para ti. Para ti soy
'el obsecuente, el compañero de copas, ese al que engañan con facilidad:
yo  soy cualquier cosa que hagas; soy tu promesa
    de bondad, tu anécdota humorística:
soy la voz de tus negocios; soy tu matrimonio.

'¿ Cuál es tu propuesta ?  ¿Construir la ciudad de los justos ? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto suicida, la muerte
       romántica? Muy bien, acepto, porque
yo soy tu elección, tu decisión: sí, yo soy España.'

Muchos lo han oído en penínsulas remotas,
en llanos adormecidos, en las aberrantes islas de pescadores,
        en el corrupto  corazón de la ciudad;
han oído y emigrado como las gaviotas o las semillas en flor.

Se aferraron como clavos a los largos trenes que se sacuden
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel alpino
                                                                                        flotaron sobre los océanos;
caminaron sobre los pasos de montaña: vinieron a ofrendar sus vidas.

Sobre ese pedazo árido, ese fragmento arrancado del África
caliente, pegado tan crudamente a la Europa ingeniosa,
        sobre aquel altiplano rayado de ríos
las formas amenazantes de nuestra fiebre se hallan precisas y vivas.

Mañana, tal vez, el futuro: las investigaciones acerca de la fatiga
y los movimientos de los empacadores; la exploración gradual de todas las
                       octavas de la radiación;
mañana el engrandecimiento de la conciencia con dietas y ejercicios respiratorios.             
                                                                                           

Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
tomarles fotografías a los cuervos;  toda la diversión bajo
           la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del director y del músico.

Mañana, para los jóvenes, los poetas explotando como bombas,
las caminatas junto al lago, el invierno de la perfecta comunión,
              mañana las carreras de bicicletas
en los suburbios en la tarde de verano: pero hoy la lucha.

Hoy el inevitable aumento de la probabilidad de muerte;
 la aceptación consciente de la culpa en hechos criminales;
        hoy el derroche de los poderes
en el chato efímero panfleto y la reunión aburrida.

Hoy el consuelo provisorio; el cigarrillo compartido;
los naipes en el granero iluminado por una vela, el concierto malo,
        las bromas masculinas, hoy el
manoseado e insatisfecho abrazo antes de herir.

Las estrellas están muertas, los animales no desean mirar;
estamos solos con nuestro día, el tiempo es corto
        y la Historia a los derrotados
podrá decirles  ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho menos perdonarlos.




jueves, 12 de julio de 2012

El héroe (por Raymond Carver)

Pancho Villa
entró en el pueblo
acompañado
por cientos de jinetes,
ordenó la ejecución
del Alcalde
en la plaza pública,
luego requirió
la presencia
del Conde Vronsky
y cenaron,
mientras comían
Pancho le presentó
a su nueva novia
y al marido, el panadero
que usaba un delantal blanco,
Pancho extrajo su pistola
para que el Conde
pudiera admirarla
y quiso saber
de su triste exilio
en México,
hablaron de caballos
y mujeres
cuestiones en las
que ambos eran expertos,
la chica reía
y jugueteaba
con los botones
de madreperla
de la camisa de Pancho,
que al dar las doce
se durmió con la cabeza
apoyada en la mesa,
el panadero se persignó
nerviosamente
y abandonó el salón
descalzo
las botas en la mano,
sin mirar al Conde
sin mirar a la joven esposa,
este hombre anónimo, descalzo
humillado, que trata de salvar su vida,
este hombre
es el héroe del poema.

miércoles, 11 de julio de 2012

No me dejéis ser fiera (por Miguel Hernández)



Tened presente el hambre: recordad su pasado

turbio de capataces que pagaban en plomo.

Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,

con yugos en el alma, con golpes en el lomo.



El hambre es el primero de los conocimientos:

tener hambre es la cosa primera que se aprende.

Y la ferocidad de nuestros sentimientos,

allá donde el estómago se origina, se enciende.



El hambre…

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

El hambre…

Tened presente el hambre.



Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos

donde la vida habita siniestramente sola.

Reaparece la fiera, recobra sus instintos,

sus patas erizadas, sus rencores, su cola.



Arroja los estudios y la sabiduría,

y se quita la máscara, la piel de la cultura,

los ojos de la ciencia, la corteza tardía

de los conocimientos que descubre y procura.



Entonces sólo sabe del mal, del exterminio.

Inventa gases, lanza motivos destructores,

regresa a la pezuña, retrocede al dominio

del colmillo, y avanza sobre los comedores.



Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara

dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.

Entonces sólo veo sobre el mundo una piara

de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.



El hambre…

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

El hambre…

Tened presente el hambre.



Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera

hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.

Yo, animal familiar, con esta sangre obrera

os doy la humanidad que mi canción presiente.



Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,

los que entienden la vida por un botín sangriento:

como los tiburones, voracidad y diente,

panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.



El hambre…

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

El hambre…

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

Tened presente el hambre.

martes, 10 de julio de 2012

En el corazón del nacimiento (por Sam Hamill)



En el instante en que me pregunto

si la orquídea va a morir

ella florece

y no puedo explicar la emoción

en mi corazón, ni por qué tanto placer

proviene de ese pequeño capullo

en el extremo de un delgado tallo,

de esa pequeña flor

sanguínea roja dorada

abriéndose en el apogeo del verano

pequeña, perfecta en su plenitud.



Incluso para un poeta

de cabellos blancos y rostro curtido,

ella es en su pureza, erótica,

pistilo y estambre, polen,

rocío del mundo, una cucharada

de tierra y de agua.



Ella es erótica

porque en el corazón del nacimiento

la muerte afirma su existencia,

y el efecto dramático de los viejos prismas luminosos

del alba, allí en las húmedas ramas del cedro,

profundísimo misterio

mientras lavo la vajilla al atardecer

o bromeo con mi esposa,

quien a cada momento se vuelve más bella

simplemente porque uno de nosotros ha de morir.

lunes, 9 de julio de 2012

Oírla alegra y entristece (por Fernando Pessoa)


Ella canta, pobre segadora,
creyéndose feliz tal vez;
canta y siega, y su voz, llena
de alegre y anónima viudez,
ondula como un canto de ave
en el aire limpio como umbral,
y hay curvas en la trama suave
del sonido que tiene al cantar.
Oírla alegra y entristece,
en su voz hay campo y brega,
y canta como si tuviera
más razones para cantar que la vida.
¡Ah, canta, canta sin razón!
Lo que en mí siente está pensando.
¡Derrama en mi corazón
tu incierta voz ondeando!
¡Ah, poder ser tú, siendo yo!
Tener tu alegre inconsciencia
y la consciencia de eso! ¡Oh cielo!
¡Oh campo! ¡Oh canción! ¡La ciencia
pesa tanto y la vida es tan breve!
¡Entrad dentro de mí! ¡Convertid
mi alma en vuestra sombra leve!
¡Y después, llevándome, pasad!



domingo, 8 de julio de 2012

Y ellos se contemplaran por dentro de ese amor (por Mario Benedetti)


No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.


sábado, 7 de julio de 2012

Seré un tío cualquiera (por Antonio Lobo Antunes)



La casa se va vaciando poco a poco y comienzan a faltar personas y cosas en las salas que aumentan de tamaño. Aumenta también la sombra porque hay habitaciones que han dejado de abrirse y en donde el aire se ha detenido. Aunque no se llenen de polvo parecen muertas, los muebles que quedan inmóviles y dignos, una fotografía con una sonrisa que no se dirige a nadie, ojos que han renunciado a alcanzarnos, indiferentes. ¿En qué sitio viven ahora? En la pared, un cartel con mi retrato de hace siglos, una de esas giras de lecturas por Alemania: estoy apoyado en la fachada de la catedral de Colonia y debe de ser verano porque el sol me da en la cara. Otro retrato mío con escritores. El soporte de las pipas de mi padre. Me llevo una de ellas a la boca y me dan ganas de verme en el espejo así: ¿me pareceré a Sherlock Holmes? ¿Al comisario Maigret? ¿A un filatelista inglés? Los hombres con pipa adquieren un aspecto concienzudo y me gustaba verme con un aspecto concienzudo, responsable y serio. Un demonio interior me informa de que nunca lo tendré: ha de haber siempre no sé qué de chico irremediable en mi apariencia, la sospecha de un tirachinas en el bolsillo, cigarrillos clandestinos. ¿Tú no vas a crecer nunca? Huelgan las preguntas: no crezco. Ganas de dar puntapiés en latas, de contar el número de pasos de aquí a la higuera y, si acierto, me ocurrirá algo estupendo esta semana. Comenzar un libro, por ejemplo. Pero he acabado un libro y aún no tengo fuerzas para escribir. Tal vez en verano, o a principios del otoño. Por ahora lo que poseo es una fluctuación vaga que no cristaliza ni cobra sentido. Leo más, me siento, me levanto, me aburro.
La culpabilidad sin motivo de costumbre. La dueña del restaurante me deseó un buen fin de semana. Le pregunté
-¿Tuvo alguna vez un buen fin de semana?
y se quedó meditando, como quien investiga. Había dos perdigueras en la acera, madre e hija. No comprendo por qué los perdigueros me recuerdan a huérfanos resignados.
Por consiguiente, la casa. En consecuencia, diría el tío Eloy. Jugaba a las cartas los domingos. No he conocido a nadie con la barba tan bien afeitada. Si no tenía en la mano una gran escopeta suspiraba invariablemente.
-Hace muchos años que soy alguacil y nunca he visto nada igual
y los peces del lago desfallecían por el calor. Sus bocas, asmáticas. El molino del pozo, parado, con el timón en busca de vientos, chirriando. El reloj de péndulo, en medio de la escalera, balanceaba asuntos suyos, panzón y solemne. Me gustan los relojes panzones: no tienen prisa, pasan horas lentísimas, nos dan esperanzas más largas: no vamos a ser grandes, no vamos a ser viejos. El problema es que las horas de los relojes panzones son diferentes de las horas de los relojes de pulsera, empujándonos frenéticas. No uso reloj de pulsera para que no se impaciente conmigo
-¿Y?
arrastrándome hacia la mañana, que lo parta un rayo. Quieren llegar en un instante al Juicio Final, cuando Dios separe a los justos de los pecadores. ¿De qué lado quedaré? ¿A la derecha, a la izquierda? Uno o dos peces flotan en el lago, panza arriba. Doblaba un alfiler a modo de anzuelo, le clavaba una bola de miga de pan, lo ataba a una cuerda y nunca llegué a pescar ninguno. Nunca llegué a cazar tampoco. Mentira: poníamos un farol en un jeep, por la noche, y andábamos por el bosque sin rumbo detrás de antílopes sable, disparando ráfagas. Las pupilas de los animales, rojas en la luz. De vez en cuando pillábamos un asno salvaje o algo así. Lo que hoy me asombra es que no nos pillase a nosotros alguna mina o algún grupo del Movimiento Popular de Liberación de Angola. No me acuerdo de a qué sabía aquella carne. Debo de estar a la izquierda de Dios, en el grupo de los pecadores, por haberme liado a tiros con los asnos salvajes.
El primer sargento
-Los señores oficiales no están bien de la cabeza
y volvía a su barraca a hacer cuentas. Pasaba treinta veces al día delante de mí y cada una de las treinta veces, venía. Disculpe, primer sargento. Era sólo un pobre diablo atormentado por la úlcera. Le daba unas pastillas y él se ponía blanco de la angustia. Sudaba a raudales el pobre:
-No tengo edad para esto
así como yo no tengo edad para ver que la casa se vacía poco a poco. Apenas vuelva en mí, seré una sonrisa en una fotografía que no se dirige a nadie:
-¿Quién era aquél?
y ni una fecha, ni un nombre en el reverso:
-Yo qué sé, un tío cualquiera.
En cuanto vuelva en mí, eso es lo que seré: un tío cualquiera, un abuelo cualquiera, un primo cualquiera, un asno salvaje huyendo por la hierba. Buen fin de semana, António Lobo Antunes: cuando estés mejor de ánimo, silba.

viernes, 6 de julio de 2012

No es una carta esto (por Julio Cortázar)





Ya ves



nada es serio ni digno de que se tome en cuenta

nos hicimos jugando todo el mal necesario



ya ves, no es una carta esto,



nos dimos esa miel de la noche, los bares,

el placer boca abajo, los cigarrillos turbios

cuando en el cielo raso tiembla la luz del alba



ya ves,

y yo sigo pensando en ti,



no te escribo, de pronto miro el cielo, esa nube que pasa

y tú quizás allá en tu malecón mirarás una nube

y eso es mi carta, algo que corre indescifrable y lluvia.



Nos hicimos jugando todo el mal necesario,

el tiempo pone el resto, los oseznos

duermen junto a una ardilla deshojada.

jueves, 5 de julio de 2012

Frente a mí (por Ángel González)



Yo mismo
me encontré frente a mí en una encrucijada,
Vi en mi rostro
una obstinada expresión, y dureza
en los ojos, como
un hombre decidido a cualquier cosa.

El camino era estrecho, y me dije:
“Apártate, déjame
paso,
pues tengo que llegar hasta tal sitio.”

Pero yo no era fuerte y mi enemigo
me cayó encima con todo el peso de mi carne,
y quedé derrotado en la cuneta.

Sucedió de tal modo, y nunca pude
llegar a aquel lugar, y desde entonces
mi cuerpo marcha solo, equivocándose,
torciendo los designios que yo trazo.

miércoles, 4 de julio de 2012

Mientras podamos (por Andrew Marvell)



Si tuviéramos suficiente mundo y tiempo,

tu timidez, señora, no sería un delito.



Nos sentaríamos y pensaríamos cómo

caminar y pasar nuestro largo día de amor;

tú en las riberas índicas del Ganges

encontrarías rubíes; yo me lamentaría

en las mareas del Humber. Te amaría

desde diez años antes del diluvio;

y tú me rechazarías, si quisieras,

hasta la conversión de los judíos.



Mi amor vegetal crecería

más vasto que los imperios y más despacio.

Y cien años daría por alabar

tus ojos y contemplar tu frente;

doscientos por adorar cada pecho,

y treinta mil por el resto;

un siglo al menos para cada parte,

y la última mostraría tu corazón.

Porque, señora, tú mereces este trato,

y yo no te amaría por menos.



Pero a mi espalda siempre escucho

la carroza alada del tiempo que se acerca,

y allí, debajo de nosotros se extienden

desiertos de vasta eternidad.



Tu belleza ya nadie encontrará,

ni resonará en el mármol de tu bóveda

el eco de mi canto; los gusanos tomarán

tu largamente preservada virginidad,

y tu arcaico honor se hará polvo

y cenizas mi lujuria.



La tumba es un lugar íntimo y bello,

pero creo que allí nadie se abraza.



Por eso, ahora, mientras un juvenil matiz

se posa en tu piel como el matinal rocío,

y mientras tu alma deseante transpira

por cada poro urgentes llamas,



vámonos a gozar mientras podamos;

y ahora, como amorosas aves de rapiña,

es mejor que nuestro tiempo devoremos,

en vez de languidecer entre sus fauces.



Combinemos toda nuestra fuerza y toda

nuestra dulzura en una esfera

y desgarremos nuestro placer en lucha áspera

a través del portal de hierro de la vida.



Así, aunque no podamos hacer que el sol

se detenga, al menos lo haremos correr.

martes, 3 de julio de 2012

Sobre Europa no hay más que sangre (por Blas de Otero)



Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy avanzando
lentamente, 

con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre
la tierra hundida en sangre,
voy avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre,
algunas veces tragando sangre,
voy sobre Europa
como en la proa de un barco desmantelado
que hace sangre,
voy mirando, algunas veces,
al cielo bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo muy penosamente, 

hundidos los brazos en espesa sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver,
no veo más que sangre,
siempre sangre,
sobre Europa no hay más que
sangre.

Traigo una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas. Porque es que no hay más
que sangre,

y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre

lunes, 2 de julio de 2012

En esto se había convertido (por Sharon Olds)



Pensé que sería escalonada,



con una pequeña cintura y un par de asas plateadas,



como un jarrón o un trofeo de tenis, pero sobre la mesa



yacía una caja cuadrada, suave, de aspecto



militar, los ángulos de acero inoxidable,



un envase apto para enterrar



basura radioactiva. La giré para ver su nombre,



esa etiqueta elegante como una marca



en un paquete de sal.



En esto se había convertido: dos o tres



kilos de huesos en una caja que yo alzaba



y mecía. Hay quien traga



carros enteros, pedazo a pedazo, pero



el pastor venía hacia mí, mi madrastra se acercaba,



yo sólo podía abrazarlo y mecerlo. No había sabido



dónde estaba exactamente, ni había sentido



su peso, desde que alcé su cabeza



tibia para sacarle el tubo de oxígeno



cuando murió. Ahora lo tenía de nuevo.



Pasaba mis dedos una y otra vez



por el acero inoxidable. Si alguien



nos ha dado la espalda, si alguien



no nos puede mirar,



sentir su solo peso se convierte en una bendición.

domingo, 1 de julio de 2012

Abdicando del aire (por Saiz de Marco)



lo que el silencio entierra en la negrura espesa

de las opacas voces

tragadas

absorbidas

que hacen la ruta inversa

desde fuera hasta dentro

boca

tráquea

pulmones



lo que el silencio acoge

en sonidos que nunca brotan de las gargantas



con dientes apretados

lenguas labios mandíbulas abdicando del aire



lo que el silencio cubre tras la resignación

el horror

la vergüenza

quizá incluso el perdón

de los que conocieron pero eligen callar



lo que el silencio guarda dentro del

“no hablo de eso

es mejor olvidarlo

mirar hacia delante”



lo que el silencio oculta entre las no palabras



lo que el silencio calla detrás de sus no gritos