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lunes, 3 de abril de 2017

La transparencia (por Juan Ramón Jiménez)


Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa
de amor, lo mismo que
un fuego con su aire.

No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,
ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;
eres igual y uno, eres distinto y todo;
eres dios de lo hermoso conseguido,
conciencia mía de lo hermoso.

Yo nada tengo que purgar.
Toda mi impedimenta
no es sino fundación para este hoy
en que, al fin, te deseo;
porque estás ya a mi lado,
en mi eléctrica zona,
como está en el amor el amor lleno.

Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia
y la de otro, la de todos,
con forma suma de conciencia;
que la esencia es lo sumo,
es la forma suprema conseguible,
y tu esencia está en mí, como mi forma.

Todos mis moldes, llenos
estuvieron de ti; pero tú, ahora,
no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia
que no admite sostén,
que no admite corona,
que corona y sostiene siendo ingrave.

Eres la gracia libre,
la gloria del gustar, la eterna simpatía,
el gozo del temblor, la luminaria
del clariver, el fondo del amor,
el horizonte que no quita nada;
la trasparencia, dios, la trasparencia,
el uno al fin, dios ahora sólito en lo uno mío,
en el mundo que yo por ti y para ti he creado.


5 comentarios:

Pablo M dijo...

La belleza como divinidad. En realidad todo lo malo es feo. La injusticia enciende en nuestro cerebro -en el cerebro de una persona mentalmente sana- las mismas parcelas neuronales que el asco. Por eso decimos que lo injusto está torcido y turbio; y a la justicia se la asocia con la rectitud ("Derecho") y la belleza. La poesía y la transparencia, dios, la transparencia en suma.

Aldonza Lorenzo dijo...

La verdad adelgaza pero no quiebra.

ORáKULO dijo...

Ser fuerte es fácil. Lo difícil es ser firme.

tERESA pANZA dijo...

Codicia y usura, no tienen hartura.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Un manojito de rosas



no tiene comparación



con la cara de mi niña



cuando se asoma al balcón.