miércoles, 30 de mayo de 2012
El pie con que bajamos de la cama (por Joaquín O. Giannuzzi)
Un mínimo de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.
Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.
Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.
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4 comentarios:
Hay un momento, cuando uno se despierta, en que no sabe quién es, en que aún no se ha situado en su propia biografía, en el momento de la trama, en el papel (su papel) que le toca representar. Es como si tuviera que reinicializarse, volver a situarse dentro de sí mismo y de su propia historia. ¿Quién es ése (yo) que se ha (o sea, me he) despertado?
Ni des puños contra espada, ni coces al aguijón.
Un ser que fuese capaz exclusivamente de acciones limpias de todo egoísmo es más fabuloso aún que el ave fénix; no podemos representarlo claramente por la sencilla razón de que toda idea de acción no-egoísta, en su análisis exacto, se desvanece en el aire. Jamás hombre alguno ha hecho algo que fuese exclusivamente en beneficio de los demás y sin algún móvil personal; mejor aun, ¿Cómo podría hacer algo en relación con él y, por tanto, sin una necesidad interior (la cual debe tener siempre, sin embargo, su razón en una necesidad personal)? ¿Como el ego podría obrar sin ego?
(NIETZSCHE)
Nunca es de noche
ni tampoco de día
en todas partes.
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