miércoles, 16 de mayo de 2012
Pero una bala vieja (por Sebastiana)
Preguntabas por qué me iba…
que dónde había estado.
Yo quería decirte que andaba en la comodidad de todas las cosas,
en el olor a pan de la infancia,
en los rodeos de toros y caballos
o buscando los restos de un naufragio.
Allí donde hallé la pechera que protegió al capitán de la vara oscura
me encontré con cuchillos dispuestos a atravesar su sombra de fantasma marino.
Allí donde hallé el tesoro de cuatro perlas fisuradas
que colgaron del cuello de la princesa,
hallé también mi propia asfixia,
el destrone de mi sonrisa.
Y habiéndome perdido tanto tiempo
en la aventura de la carcajada,
en la ilusión del abrazo,
donde no volví a verme entera y certera,
sino hermosa y constituida,
redonda, finita, terminada,
tan ritualmente esculpida,
no pude oír cuando caía sobre mis brazos
la ira incontenida de las endebles vigas
que lograron mutilar con precisión
los brazos que se proyectaban a la superficie.
No se deja de ser hondo,
no se deja fácilmente lo profundo,
se vuelve a ahogar la cabeza bajo las olas
tan lejos de la costa que asegura el salvamento.
No se puede más ser sirena
sin ser antes y después mutilada por el deseo,
sin ser agredida por los borrachos de la taberna,
sin ser meada de vino y de calumnias.
Saco la cabeza del mar medio segundo,
puedo ver la costa y su verdor,
pero una bala vieja que me ha comido la carne de la ternura
me empuja de una vez por todas
hasta el fondo profundo
del mar en donde habito.
que dónde había estado.
Yo quería decirte que andaba en la comodidad de todas las cosas,
en el olor a pan de la infancia,
en los rodeos de toros y caballos
o buscando los restos de un naufragio.
Allí donde hallé la pechera que protegió al capitán de la vara oscura
me encontré con cuchillos dispuestos a atravesar su sombra de fantasma marino.
Allí donde hallé el tesoro de cuatro perlas fisuradas
que colgaron del cuello de la princesa,
hallé también mi propia asfixia,
el destrone de mi sonrisa.
Y habiéndome perdido tanto tiempo
en la aventura de la carcajada,
en la ilusión del abrazo,
donde no volví a verme entera y certera,
sino hermosa y constituida,
redonda, finita, terminada,
tan ritualmente esculpida,
no pude oír cuando caía sobre mis brazos
la ira incontenida de las endebles vigas
que lograron mutilar con precisión
los brazos que se proyectaban a la superficie.
No se deja de ser hondo,
no se deja fácilmente lo profundo,
se vuelve a ahogar la cabeza bajo las olas
tan lejos de la costa que asegura el salvamento.
No se puede más ser sirena
sin ser antes y después mutilada por el deseo,
sin ser agredida por los borrachos de la taberna,
sin ser meada de vino y de calumnias.
Saco la cabeza del mar medio segundo,
puedo ver la costa y su verdor,
pero una bala vieja que me ha comido la carne de la ternura
me empuja de una vez por todas
hasta el fondo profundo
del mar en donde habito.
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6 comentarios:
El cariño sin respeto, por el culo me lo meto.
Como viera que Sancho daba un trato desabrido al rucio, al que aparejaba con harta brusquedad, cinchándole la albarda de modo que parescía que iba a partir en dos el jumento, y que los tirones del bocado a punto estuvieron de mellarlo sin remedio, llamele al orden, afeele la conducta y reprendile diciéndole que los escuderos de caballeros tan notorios habían de comportarse al tenor de sus señores, y que la crueldad gratuita con las bestias iba en desdoro de quienes tal condescendían.
Murnio y azorado, confesome el buen Sancho que hallábase contrariado y de mal humor porque le escocía la mala habla y el zafio criterio que últimamente había percibido en su mujer, y que maliciaba que dello se pudieran derivar perjuicios para Sanchica, que deste modo peligrara resentirse en su honra y estima, por ser hija de tal mujerona, y que los mozos que pensaran en requerirla en matrimonio se viesen tentados en echarse atrás, "aún contando con los maravedíes que vuesa merced me tiene prometidos -amén de la ínsula- para dote della, llegado el caso de matrimonio".
Y es que en el tiempo que permanecimos en el pueblo, antes de esta nuestra segunda salida en busca de aventuras, reparé en que efectivamente, Teresa Panza había mudado el su otrora carácter humilde y comedido por uno que bien pudiera acomodarse al de un endriago o al de una hirsuta furia, de modo que, por cualquier minucia, reñía y buscaba pleito con sus bien avenidas vecinas de antaño, y todo ello en un lenguaje procaz y escatológico, circunstancia esta que me puso en sospecha de que -en ausencia del marido- hobiese dádose secretamente al trasiego de vino, y que lo cual fuera la causa de tamaña metamorfosis.
Prometile a mi fiel escudero terciar en el asunto en cuanto regresáramos a casa -ahítos de triunfos y laureles-; paresció que se conformaba, tornósele en afable el rostro antes ensombrecido, sacó de las alforjas un trozo de queso y algunos mendrugos, sentámonos al amor de la lumbre y -acabada la frugal cena- arrebujose Sancho so la manta y yo -encomendándome a mi señora doña Beatriz (*)- dispúseme a velar otra noche más. Pues sepan los ignorantes que según cuentan en los libros de caballerías no hay caso de caballero andante que duerma más allá de lo que tarda en hervir un puchero de coles, o que si más, lo han de hacer con un ojo abierto.
PD.- Debo advertir de que existen en estas estepas nuestras más de un hidalgo que se llama don Alonso y que, por consiguiente, los nombres de sus damas también son diversos.
En la Ingalaterra conoscí a un trujimán por nombre Guillermo Desesperares, que es el mesmo que tiene el artífice de algunos conocidos entremeses y sainetes de menor valía, los cuales conoscemos porque algunos oficiales de la Armada los leen para matar el tedio en las guardias nocturnas del Golfo de Vizcaya, y que les son procurados por libreros de la Aquitania francesas.
Voy tomando posiciones
y encontrando semejanzas,
yo voy buscando la danza
que late en los corazones.
Traigo un son de barco de viejo,
traigo un punto marinero.
Traigo un compás, compañero,
que te parte los pellejos.
He atravesado el espejo
de los mares de Poniente.
He vivido entre la gente
compartiendo la cultura.
Las razas no son tan puras
y somos tan diferentes...
Yo he visto los mismos sones
en los puertos más lejanos.
Hay ritmos que son hermanos
de antiguas generaciones.
Hoy tocan celebraciones
hasta las claras del día.
Yo he visto una bulería
rematando en La parranda
y he visto a la zarabanda
bailando por alegrías.
Uñas, cabellos:
Os doy las gracias porque
no doléis nunca.
(CUQUI COVALEDA)
A pan de quince días, hambre de tres semanas.
Crecen los niños:
sus pulmones, su piel,
sus huesos crecen.
(RAFAEL BALDAYA)
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