la tierra negra sin árboles ni hierba,
con bancos de madera donde allá en la tarde
se sientan silenciosos unos viejos.
En torno están las casas, cerca hay tiendas,
calles por las que juegan niños, y los trenes
pasan al lado de las tumbas. Es un barrio pobre.
Como remiendos de las fachadas grises,
cuelgan en las ventanas trapos húmedos de lluvia.
Borradas están ya las inscripciones
de las losas con muertos de dos siglos,
sin amigos que les olviden, muertos
clandestinos. Mas cuando el sol despierta,
porque el sol brilla algunos días de junio,
en lo hondo algo deben sentir los huesos viejos.
Ni una hoja ni un pájaro. La piedra nada más. La tierra.
¿Es el infierno así? Hay dolor sin olvido,
con ruido y miseria, frío largo y sin esperanza.
Aquí no existe el sueño silencioso
de la muerte, que todavía la vida
se agita entre estas tumbas, como una prostituta
prosigue su negocio bajo la noche inmóvil.
Cuando la sombra cae desde el cielo nublado
y el humo de las fábricas se aquieta
en polvo gris, vienen de la taberna voces,
y luego un tren que pasa
agita largos ecos como bronce iracundo.
No es el juicio aún, muertos anónimos.
Sosegaos, dormid; dormid, si es que podéis.
Acaso Dios también se olvida de vosotros.
4 comentarios:
Como en la Irlanda de Joyce, lueve sobre todos los vivos y sobre todos los muertos.
Llueve...
Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena, callándose, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.
(TAGORE)
El hombre frugal es su propia medicina.
(PARACELSO)
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