domingo, 25 de junio de 2017
Y perdiste (por Camilo José Cela)
jugaste siempre con las cartas boca arriba y perdiste luchaste siempre a pecho descubierto y perdiste no dudaste jamás de la palabra escuchada y perdiste ahora ya es tarde para volverse atrás e incluso para hacer examen de conciencia no pactaste con los ángeles ni con los demonios y perdiste no te rías de ti deja que sean los demás quienes se rían de ti con justa razón ahora te toca pagar la penitencia que corresponde a quienes se obstinan en levantar mundos cimentados en el aire de niño soñabas con telarañas y redes que te atrapaban después te dedicaste a tejer telarañas y redes y ahora te sientes agonizar porque has caído en tu propia trampa has tenido ya todo y puedes por tanto plantar fuego a todo esto se lo regalo a fulano esto otro a mengano aquello de más allá a zutano dirás yo nada quiero porque tampoco nada necesito dirás para morir basta un metro cuadrado de tierra ajena y un corazón que quiera detenerse a tiempo también se puede caminar vivo y desnudo ya te ladrarán los perros ya te apedrearán los vecinos no será necesario que te esfuerces en provocar sus iras que la iracundia contra el derrotado está siempre a flor de piel, no, no quieres morir pero te vas a morir tú notas que te vas a morir elige un escenario neutro un decorado confuso nada debe quedar nunca demasiado diáfano ahora son las seis menos veinte de la mañana sobre el horizonte amanece un día que se promete hermoso estás triste muy triste pero siente que te invade una infinita paz haz esfuerzos para no disponer de tu vida deja que sea la muerte quien organice su propia representación a los amigos les sorprenderá la noticia de que la sangre de tus venas no se derramó sobre las baldosas de tu estudio murió de muerte natural se dirán los unos a los otros pero ni los unos ni los otros creerán lo que escuchan es más gracioso que acontezca el suceso de esta sencilla manera en el estómago no tenía veneno en los pulmones no tenía agua en el cuerpo no tenía un solo balazo ni un solo golpe ni una sola cortadura se conoce que se murió de hastío es lástima que las ventanas del otro mundo estén cerradas a cal y canto en todo caso sería preferible imaginárselas abiertas y pobladas de ángeles curiosos de demonios curiosos de fantasmas desorientados y curiosos también es lástima que no hayas tenido más fe es subterfugio consolador pero en tu derrota no te queda ni eso amas a todos cuantos te rodean y no sientes desprecio más que por ti mismo también envidias a cuantos te rodean y sientes una infinita conmiseración por ti mismo, no, debes huir de esa actitud nadie debe despreciar a nadie ni ser conmiserativo con nadie el que pierde paga y tú has perdido y pagas la cosa no tiene mayor misterio ni debes darle más vueltas en la cabeza es probable que todos los finales sean así tú careces de experiencia en finales propios te sientas en una butaca y miras el ir y venir del péndulo de tus dos relojes en la esfera de uno dice bover st ioan las abss en la esfera del otro dice lombardero para dn anto ivañez 1779 no niegues que te entristece decir adiós a tus dos relojes la baldosa que vio morir a la princesa de éboli sonríe con una extraña sonrisa de complicidad de recién casado tuviste un reloj de arena que se te rompió enseguida tampoco lo lamentaste es ya de día cuando la gente se levante convendrá cursar algunos telegramas deshaciendo otros tantos compromisos su redacción debe ser muy neutra e impersonal los usos admiten que los compromisos se deshagan a última hora antes eran más rígidas las normas desde tu butaca se ve la mar no niegues que te entristece decir adiós a la mar el precio de la derrota es el tener que ir diciendo adiós a las cosas a los rincones y a los paisajes las viejas fotos de tus bisabuelos el retrato al pastel que le hicieron a tu mujer de soltera la copa de plata que ganaste en una regata de balandros cuando eras joven, sí, procuraste jugar deportivamente pero no te dejaron acercarte a la red a saludar al vencedor ahora ya es tarde para volver sobre los pasos perdidos sobre las singladuras cuyo último y único puerto es la muerte no debe causarte el menor enojo el que los demás se rían de tu muerte tú cumples no siendo cruel ni contigo mismo quede la crueldad esa máscara de la impotencia para los demás tú muérete escuchando la voz de tertuliano crudelitas vostra gloria est nostra déjalos que se rían mientras tú renuncias calladamente a todo ahí están mis títulos académicos no los queméis dádselos al pescadero para que envuelva huérfanos pececillos baratos ahí están mis medallas mis condecoraciones no las destrocéis dádselas a una máscara pobre el martes de carnaval ahí están los cien libros que escribí disolvedlos con ácido y haced lo mismo con los originales lujosamente encuadernados dejad paso a quienes vienen detrás con menos dolor y menos derrota a cuestas yo elegí la libertad y el olvido no es cierto tú has optado por la muerte porque tienes lo que es peor que la muerte no sabes bien lo que es pero intuyes que hay algo todavía peor que la muerte ¿por qué no te enfrentas contigo mismo? porque no sabes sufrir y vencer al mismo tiempo no finjas ignorarlo
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8 comentarios:
Tengo la sensación de que CJC no sacó todo el partido a sus enormes dotes creativas e imaginativas, también poéticas. Tomó caminos erróneos, por su soberbia o egolatría o por caer en manos de malos acompañantes, y no fue todo lo buen escritor que pudo ser.
A mí me daban consejos,
¡y para qué los quería!,
si lo que me había pasado
remedio ya no tenía.
Camaradas, esto escribia servidor en cierto foro, hace un mes, juzgando la obra de Cela que describo:
CAMILO: IZAS, RABIZAS Y COLIPOTERRAS.
Pues hablando de maledicentes... Acabo de leer una obrita de Camilo J. Cela, por título "Izas, rabizas y colipoterras", Ediciones de bolsillo de Lumen, que casualmente cayó de viejo en mis manos desprevenidas, por aquello de favorecer un mercadillo en pro de cierta causa que no es del cuento. Leída la ocurrencia del gallego, me hago cruces por cómo quien ha sido capaz de escribir semejante nadería (y ya tenía cumplidos los cuarenta y ocho añetes), plagada de procacidades baratas y de chascarrillos de dudosísima gracia, apoyándose casi siempre en el recurso barato de los nombres estrambóticos y en las reiteraciones gratuitas, más soez la lengua que desinhibida, plano el discurso, pobre de imágenes, insustancial, machista redomado con ribetes de desprecio de señorito a su mucama..., ostente un palmarés tan apabullante que, además, me hace un daño horrible en la autoestima, ya que debo de ser un negado para apreciar la buena literatura, pues este opúsculo me parece deleznable, sórdido y pretencioso, de la laya de quienes quieren oficiar de groseros para que se sobreentienda que van de farol porque, en el fondo, el lector avisado sabe que son almas exquisitas que hacen esperpento con aquello que atesoran y que, al rebajarlo a lo ínfimo, lo suponen infumable para quienes (¿papanatas?) saben del relicario que tienen por sesera.
Mi dictamen: vomitivo cum laude, al parecer.
PS.- Siempre he creído que Cela era un escritor de una rara superficialidad, palabrero contumaz de un idioma puesto en triles, deslumbrante con el pazguato, arcaizante a contrapelo, original para el mal leído, rebuscador de palabras abolladas y aliterador empedernido de efecto estomagante. Leído este engendro de las Izas, uno sale reforzado en sus vergonzantes (que no vergonzosas..., o eso pienso yo) presunciones: ¿Camilo o Camelo?
Gracias, amigo F.
Miguel Delibes dejó escrito sobre Cela lo siguiente:
"A mi entender, tras estudiar los primeros libros de Cela se parte de un error de base, a saber, el de considerarle un novelista, siendo así que no es exactamente esto. Es más. Si hay un género para el que C. J. C. esté peor dotado es para la novela.
Quiero decir que únicamente al hacerse más borrosos los límites de la novela pueden incluirse dentro del género narraciones breves como Pascual Duarte o devaneos líricos como Pabellón de reposo.
El propio escritor, consciente de su limitación, se ha atrevido a decir: «Novela es todo libro en cuya primera página figura la palabra novela». Buen recurso, hábil y humorístico recurso para no dar explicaciones, para convertir la novela en un cajón de sastre.
Pero, por si fuera poco, Cela, desde su nacimiento como escritor, ha sentido el prurito de encasillarse como novelista, cuando para serlo le sobra literatura —con frecuencia buena y muy trabajada— y le falta aliento creador, es decir, constancia e imaginación. Cuando Cela afirma: «Mienten quienes quieren disfrazar la vida con la máscara loca de la literatura», está anticipándose a la objeción que presiente. Juan Luis Alborg acierta cuando apunta que para «Cela tiene mayor importancia el hallazgo expresivo que el hallazgo del rasgo psicológico verdadero». Esto es cierto. Le importan más las palabras que los hechos. En consecuencia, al Pascual Duarte —un precioso libro— le falta entramado, ambiente, temas laterales, personajes complementarios...
Algo semejante, con sobra de lirismo, le ocurre a Pabellón de reposo, y en cuanto a La Catira, es un ensayo abundoso de lenguaje en el que el estilo devora al problema. Es éste un punto de vista en el que coinciden los pocos teóricos de la novela que hoy funcionan en España. Torrente Ballester —buen ensayista y agudo novelista— dice: «Las cualidades menores de rápido retratista, el encanto musical de su prosa, tragan y anulan, por sobreabundancia, lo que hay en Cela de novelista». Para confirmar estas palabras, y aun mi propia opinión, no hay más que observar el arranque de Cela cuando lanza a las librerías media docena de libros y ninguno, ni en la intención del autor siquiera, es propiamente una novela. De lo antedicho se deduce que, hasta hoy, apenas hay ya en la dilatada obra de Cela un solo libro que pueda considerarse tal.
Nos encontramos, pues, con que a Cela no le va el calificativo de novelista. ¿Qué es, pues, Cela si no es novelista? Sencilla, rotundamente, un gran escritor sin género, un artífice de la prosa, que trabaja la palabra y el estilo con un primor al que en España ya no estábamos acostumbrados...
Cela ha nacido a la literatura para caminar sin andaderas, para mariposear por sus extensos límites, para picotear aquí y allá, para cultivar el ensayo y el retrato al minuto, el poema y el libro de viajes, el esbozo y la caricatura...
Toma y deja personajes; los usa y los tira sin el menor escrúpulo. Limitar a Cela es como pretender ponerle puertas al campo. A Cela hay que dejarle en absoluta libertad para que nos dé lo mejor de sí mismo...
(sigue)
Tres peligros amenazan, no obstante, a mi juicio, a Camilo José Cela escritor: el amaneramiento a que puede conducirle una excesiva complacencia estética; las concesiones escatológicas a que es muy dado, y en las que su instinto publicitario prevalece sobre sus dotes de escritor y, por último, los pujos de erudición que lastran obras como Judíos, moros y cristianos, en contraste con la maravillosa frescura y la jugosa naturalidad que se observa en uno de sus libros más cautivadores: Viaje a la Alcarria.
No es obligatorio que Cela se someta a la servidumbre que impone una novela.
Dejémosle que navegue por sus propios mares; que abra y desbroce sus propios caminos. Dejémosle con su tremendismo, con su afición por los tontos, los locos, los ciegos y los degenerados; dejémosle que, como hábil taumaturgo, transforme en humor la desgracia ajena, y en arte todo el dolor y el horror del mundo; dejémosle, en suma, que viva en su elemento, que se mueva sin coacciones, que afine su pluma sin programas previos...".
(Miguel Delibes, en "Muerte y resurrección de la novela")
Para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse.
(SWIFT)
A mi mirada
le digo: -Por favor,
nunca te gastes.
(CUQUI COVALEDA)
Nunca te gastes... ni te desgastes.
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