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sábado, 14 de enero de 2017

Jabón (por José Emilio Pacheco)


El objeto más bello y más limpio de este mundo es el jabón oval que sólo huele a sí mismo. Trozo de nieve tibia o marfil inocente, el jabón resulta lo servicial por excelencia. Dan ganas de conservarlo ileso, halago para la vista, ofrenda para el tacto y el olfato. Duele que su destino sea mezclarse con toda la sordidez del planeta.

En un instante celebrará sus nupcias con el agua, esencia de todo. Sin ella el jabón no sería nada, no justificaría su indispensable existencia. La nobleza de su vínculo no impide que sea destructivo para los dos.

Inocencia y pureza van a sacrificarse en el altar de la inmundicia. Al tocar la suciedad del planeta ambos, para absolvernos, dejarán su condición de lirio y origen para ser habitantes de las alcantarillas y lodo de la cloaca.

También el jabón por servir se acaba y se acaba sirviendo. Cumplido su deber será laja viscosa, plasta informe contraria a la perfección que ahora tengo en la mano.

Medios lustrales para borrar la pesadumbre de ser y las corrupciones de estar vivos, agua y jabón al redimirnos de la noche nos bautizan de nuevo cada mañana. Sin su alianza sagrada, no tardaríamos en descender a nuestro infierno de bestias repugnantes. Lo sabemos, preferimos ignorarlo y no darle las gracias.

Nacemos sucios, terminaremos como trozos de abyecta podredumbre.

El jabón mantiene a raya las señales de nuestra asquerosidad primigenia, desvanece la barbarie del cuerpo, nos permite salir una y otra vez de las tinieblas y el pantano.

Parte indispensable de la vida, el jabón no puede estar exento de la sordidez común a lo que vive. Tampoco le fue dado el no ser cómplice del crimen universal que nos ha permitido estar un día más sobre la Tierra.

Mientras me afeito y escucho un concierto de cámara, me niego a recordar que tanta belleza sobrenatural, la música vuelta espuma del aire, no sería posible sin los árboles destruidos (los instrumentos musicales), el marfil de los elefantes (el teclado del piano), las tripas de los gatos (las cuerdas).

Del mismo modo, no importan las esencias vegetales, las sustancias químicas ni los perfumes añadidos: la materia prima del jabón impoluto es la grasa de los mataderos. Lo más bello y lo más pulcro no existirían si no estuvieran basados en lo más sucio y en lo más horrible. Así es y será siempre por desgracia.

Jabón también el olvido que limpia del vivir y su exceso. Jabón la memoria que depura cuanto inventa como recuerdo. Jabón la palabra escrita. Poesía impía, prosa sarnosa. Lo más radiante encuentra su origen en lo más oscuro. Jabón la lengua española que lava en el poema las heridas del ser, las manchas del desamparo y el fracaso.

Contra el crimen universal no puedo hacer nada. Aspiro el aroma a nuevo del jabón. El agua permitirá que se deslice sobre la piel y nos devuelva una inocencia imaginaria.


5 comentarios:

hAiKu dijo...

No necesita
el agua sofocar
la sed de nadie.

(RAPHAEL BALDAYA)

hAiKu dijo...

Hacen su nido
las cigüeñas con ramas...
y tetra-bricks.

(CUQUI COVALEDA)

Al dijo...

Con tetrabrick
hacían sus chabolas
los teporochos.

Los teporochos
duermen en las veredas
tenochtitlanas.

Tenochtitlanas
son las cigúeñas verdes
de mi solana.

Cuqui Covaleda dijo...


Al: yo una vez, yendo sola por el campo en la provincia de Ávila, vi una cigüeña (o tal vez era una grulla) subida encima de una vaca. Y la vaca se dejaba hacer. Tal vez estaba limpiándola de parásitos.

Lo que más lamento es no haber ido acompañada por alguna persona que me gustaría hubiese compartido conmigo la visión. Ni siquiera llevaba una cámara de fotos (entonces no había móviles).

La escena duró sólo unos segundos (la cigüeña o grulla salió volando al poco), pero yo, cuando cierro los ojos, sigo viéndola

Al(F)onso dijo...

No sabría decirte, Cuqui; esas aves que citas no suelen pasar de la barrera montañosa que nos separa de "vosotros" y solo las vemos cuando remontamos en busca de azul desde este Brigadoon nublado. Pero una sola vez creí ver una cigüeña(es tan insólito que lo pongo en duda), posada en la cúspide del tejado de un hórreo astur. Le tomé incluso una foto...
Luego, supe por los diarios que aquella rareza no era imposible (algunos ejemplares se atreven a pasar la cordillera) y casi quedé persuadido de que aquel pájaro grande de pico muy largo era realmente una cigüeña. La duda reside en que lo que si vuela sobre estos abismos es la garza, pero esta es de mayor porte que el ave que vi sobre el tejado. Pero si lo fuese y lo que buscaba era un lomo de vacuno en qué posarse, iba servida la zancuda.
Saludo cordial, Cuqui.