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lunes, 19 de octubre de 2015

Y miro al que yo he sido (por José Hierro)


¡Tanto hermoso momento
muerto por la costumbre!

¡Tanto instante terrible
que luego en la memoria
se hunde!

Sé que somos la suma
de instantes sucesivos
que el tiempo no destruye.

Y miro al que yo he sido
un instante olvidado
de algún día de octubre.

Me duele su tristeza:
quisiera liberarle
de aquella pesadumbre;

pero somos la suma
de instantes sucesivos
que el tiempo no destruye.

Aquel que ahora recuerdo
seguirá siempre en sombras
aun cuando el sol me alumbre.

Oh, no poder borrarlo,
no poder alegrarlo,
darle cielos azules.

Mientras esté yo vivo
él llenará su instante
ciñendo rosas fúnebres.

Y cuando yo me muera
él seguirá viviendo
ciñendo rosas fúnebres.

Sé que somos la suma
de instantes sucesivos.
Ceñimos rosas fúnebres.

(Miro: estoy en mi estela,
ciñendo rosas fúnebres.)


5 comentarios:

tragikomedia dijo...


Cada segundo morimos: morimos uno y nacemos otro en cada uno de nosotros. Cada segundo muero y nazco, y no lo sé.

Pablo M dijo...

Momentos únicos que la rutina nos usurpa, están por todas partes. Y no vivimos el momento porque lo bueno de las cosas no se aprecia cuando se poseen habitualmente. Hasta que no cortaron el agua, no supe bien qué es un grifo.

hAiKu dijo...

Salió el sol
y el gallo cree que debe
dar la noticia.

(CUQUI COVALEDA)

Dimes Y Diretes dijo...

No he perdido la razón ni tampoco la he encontrado.

(FITO CABRALES)

Lloviendo amares dijo...

Anoche se me ocurrió mirarme en este espejito, y te aseguro que era tan terriblemente difícil que casi me tiro de la cama. Imagínate que te estás viendo a ti mismo; eso tan sólo basta para quedarte frío durante media hora. Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento he sentido claramente que no era yo, lo agarré de sorpresa, de refilón y supe que no era yo. Eso lo sentía, y cuando algo se siente... Pero es como en Palm Beach, sobre una ola te cae la segunda, y después otra... Apenas has sentido ya viene lo otro, vienen las palabras... No, no son las palabras, son lo que está en las palabras, esa especie de cola de pegar, esa baba. Y la baba viene y te tapa, y te convence de que el del espejo eres tú. Claro, pero cómo no darse cuenta. Pero si soy yo, con mi pelo, esta cicatriz. Y la gente no se da cuenta de que lo único que aceptan es la baba, y por eso les parece tan fácil mirarse al espejo.


(CORTÁZAR)